Fin de la era de la heterosexualidad: crítica de «Elogio de la homosexualidad» y entrevista a Luis Alegre
Situado en julio de 2015 en el tercer puesto de la lista de los 50 homosexuales más influyentes de España elaborada por La Otra Crónica de El Mundo, Luis Alegre es investigador y profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y discípulo de Carlos Fernández Liria con quien ha colaborado en diversas revistas y sitios de Internet de contrainformación alternativa y escrito libros como Educación para la ciudadanía. Democracia, capitalismo y estado de derecho (2007) o El orden de El Capital (2010), por el que ambos obtuvieron el Premio Libertador al Pensamiento Crítico. Tras ello, se convirtió en el responsable de comunicación de Podemos, siendo elegido tras la primera asamblea como miembro de la dirección y secretario de Participación Interna. En febrero de 2015 asumió también la Secretaría General de la Comunidad de Madrid, pero tras la Asamblea de Vistalegre II abandonó todos los cargos y regresó a la vida académica. Así es cómo llegamos a la publicación de dos interesantes ensayos en 2017: El lugar de los poetas. Un ensayo sobre estética y política y la fascinante obra que nos ocupa, la llamativamente llamada Elogio de la homosexualidad.
«La Edad de Oro de la heterosexualidad está tocando a su fin, y esto es motivo de celebración para todos». Así da comienzo la información de contraportada de Elogio de la homosexualidad, un libro donde Luis Alegre reflexiona sobre cómo la heteronormativa sociedad que hemos confeccionado entre todos desde los tiempos inmemoriales resulta tan perjudicial para las personas enmarcadas dentro del espectro LGTBQI+ como para aquellas que, adhiriéndose a la corriente heterosexual, terminan enjauladas en las casillas “hombre” y “mujer” (heterosexual cisgénero, claro, aunque ellos y ellas ni se lo planteen). Así, Alegre celebra la proliferación de posibilidades sexuales como una forma de desencasillarse incluso para quienes sigan considerándose estrictamente heterosexuales. Vamos, que la proliferación de personas LGBTQI+ en el mundo occidental conlleva mayores libertades para toda la sociedad y, por consiguiente, una sociedad mejor para todos. A través de múltiples ejemplos basados tanto en su experiencia filosófica como en sus propias vivencias, el autor va presentando elegantemente su tesis sin dejar de admitir que, como hombre cisgénero gay, él mismo goza de privilegios de los que carecen las mujeres o las personas trans (a quienes admite dejar relativamente de lado en sus reflexiones por preferir hablar de lo que por motivos obvios conoce mejor). Por supuesto, difícilmente se estará de acuerdo con todas las afirmaciones, algunas de las cuales son presentadas con excesiva seguridad, pero, incluso cuando lo leído no se comparte, la reflexión está garantizada.
Haciendo un envidiable uso de la retórica y dejando de lado el molesto miedo a ser políticamente incorrecto, Luis Alegre ha confeccionado una obra muy atractiva tanto para los aficionados al ensayo LGTBQI+, que encontrarán aquí un acercamiento novedoso y sugestivo a temas que conocen bien, como para aquellos que nunca se hayan parado a reflexionar sobre la sexualidad, para quienes resultará una experiencia tan entretenida como reveladora. Y es que ser gay, profesor y filósofo convierte a Luis Alegre en la persona idónea para que este Elogio de la homosexualidad sea al tiempo honesto, didáctico y reflexivo, un verdadero triunfo del ensayo LGTBIQ+ español al que todo el mundo debería acercarse.
A continuación, os dejo con mi entrevista a Luis Alegre, autor de Elogio de la homosexualidad y ex secretario general en Madrid de Podemos.
¿Cuándo y cómo empezó a fraguarse Elogio de la homosexualidad?
Como profesor de filosofía, siempre me ha interesado la cuestión de la construcción del género y la identidad sexual; y siempre me ha dado mucha rabia que una parte importante de los descubrimientos en este terreno permanezcan ocultos en obras extraordinariamente difíciles, crípticas y sólo aptas para iniciados. Mi oficio en cierto modo consiste en explicar de un modo accesible conquistas que se han ido generando de un modo muy trabajoso. Creo además que, sobre todo en determinados terrenos (como por ejemplo los estudios de género), esta tarea tiene una importancia política notable. Cuando los editores de Arpa me propusieron escribir este Elogio de la homosexualidad me pareció una buena ocasión, e intenté hacer un libro riguroso pero que pudiera resultar interesante e incluso divertido para cualquier lector (y no sólo a los profesionales de la filosofía).
¿Supiste desde el principio que este libro se llamaría así?
Sí. Cuando los editores me propusieron escribir el libro lo hicieron ya sugiriendo el título. En este sentido, al revés de lo que suele ocurrir, no hemos tenido que buscar un título que diera nombre a un libro ya escrito sino que, por el contrario, el libro mismo se ha escrito para ajustarse a ese título.
En tu libro, no temes ser políticamente incorrecto, ¿es inevitable serlo al abordar estos temas?
No temo ser políticamente incorrecto pero tampoco es algo que busque. Mi objetivo fundamental no es decir cosas provocadoras, sino cosas que creo que son verdaderas y, bueno, si alguna genera algo de desconcierto, qué le voy a hacer. En la medida en que creo que las cosas que argumento son verdad, lo que en realidad me gustaría es que no fuesen políticamente incorrectas sino todo lo contrario: que constituyesen un nuevo sentido común capaz de marcar un patrón de corrección política. Supongo que esto es lo que debe perseguir cualquiera que se tome en serio sus argumentos y no quiera limitarse a ser ingenioso.
¿Ha cambiado tu propia perspectiva mientras escribías Elogio de la homosexualidad?
Supongo que eso es algo que ocurre siempre que escribes un libro. Al menos a mí me pasa. Desgraciadamente, las cosas no se explican solas, y cuando uno asume la tarea de intentar explicarlas en algún respecto, al primero al que se las explica es a sí mismo. Es asombroso hasta qué punto los argumentos cobran vida y autoridad propias, se dotan de su propia consistencia y desarrollo. Quien los va poniendo por escrito no es tanto su autor como su instrumento, una especie de herramienta al servicio del despliegue de una explicación. En este sentido, uno mismo va aprendiendo y entendiendo las cosas según las escribe. Esto es algo que me ha ocurrido con todos los libros que he escrito.
¿Sirven las fiestas del Orgullo como “elogio de la homosexualidad”?
Sin lugar a dudas. Creo que basta ver hasta qué punto las fiestas del orgullo, por ejemplo en Madrid, se han convertido en las auténticas fiestas populares de la ciudad (capaces de convocar a más gente que San Isidro, San Lorenzo, San Cayetano y La Paloma juntos). Y es mucha la gente que mira esas fiestas con una mezcla de curiosidad y envidia, sospechando que ahí habita una comunidad más libre y más divertida que las comunidades a las que están acostumbrados.
En tu libro, de alguna forma pides perdón por no recurrir al “lenguaje inclusivo” y por centrarte en la homosexualidad masculina por ser la que conoces de primera mano, ¿cómo ves la relación entre el movimiento LGTB y el movimiento feminista?
Creo que el libro es claramente un libro feminista. Es verdad que, en las partes en las que me ocupo específicamente del sexo, me centro más bien en la sexualidad masculina y que, como explico al principio, habría resultado muy difícil utilizar lenguaje inclusivo. Sin embargo, la argumentación general es claramente feminista. De hecho, el libro debe mucho a los desarrollos teóricos realizados fundamentalmente por mujeres en el terreno de los estudios de género. Creo que el movimiento LGTB y el movimiento feminista pueden tener desencuentros puntuales, pero sería un grave error olvidar que las reglas ancestrales que nos discriminan como homosexuales son las mismas que oprimen a las mujeres. Cualquier impugnación de esas reglas por cualquiera de los dos frentes supone una victoria para el otro. Sin entender esto es muy difícil luchar contra ellas.
La sexualidad está muy presente en el libro, no temiendo tú mismo hablar en primera persona al referirte a ella, ¿es acaso imposible estudiar la homosexualidad sin abordar el sexo?
Es imposible por definición. La propia clasificación en “homosexuales” y “heterosexuales” consiste en tomar un elemento relativo a las preferencias sexuales y, a partir de él, montar todo un tinglado de determinaciones a partir del cual se interpreta (y se construye) el mundo. Esa diferencia podría no haberse tomado en consideración (o haber sido considerada tan irrelevante como las preferencias en los colores o los gustos culinarios) pero, una vez se establece como diferencia fundamental, es tan imposible abordar el asunto sin meterse en el terreno del sexo como lo sería analizar el Apartheid sin tomar en consideración el color de la piel.
Tú celebras el derecho de los gais a disfrutar de sus jaulas, pero, ¿has disfrutado tú siempre de la tuya?
Debo admitir que he tenido mucha suerte a ese respecto en todos los ámbitos en los que me he movido (familiares, laborales, políticos, etc.). En todo caso, cuando hablo del derecho de los homosexuales a disfrutar de las jaulas, me refiero a algo que es una especie de efecto feliz de una causa perversa: en la medida en que los homosexuales, desde la infancia o la primera adolescencia, notamos que algo falla, que algo no encaja bien entre nosotros y el orden de casillas organizado por los ancestros, nos resulta inevitable dedicar algún tiempo a pensar sobre él en vez de descargarnos (como hacen una buena parte de los heterosexuales) el archivo completo sin darnos ni cuenta. Este es un problema general en los humanos: las palabras con las que nombramos las cosas funcionan muchas veces como una especie de manual de instrucciones de nuestra propia vida (en cuya elaboración no hemos participado y que tiende a ser obsesivo hasta con los detalles más minúsculos). Cualquier persona (homosexual o heterosexual) es más libre si dedica algún tiempo a pensar sobre esas reglas y buscar lo que tienen, en definitiva, de construcciones arbitrarias y artificiosas. Una de las principales diferencias entre homosexuales y heterosexuales es que, para nosotros, dedicar tiempo a pensar esas reglas no es una mera opción sino una necesidad vital. No conozco a ningún homosexual que no haya hecho en cierta medida ese trabajo y, por lo tanto, las reglas ya no se imponen de un modo inadvertido sino siempre con algún margen de libertad y, por consiguiente, no veo ningún problema en que organicemos nuestra vida, si queremos hacerlo así, utilizando módulos prefabricados o tomando trozos más o menos grandes de construcciones diseñadas por otros.
En Elogio de la homosexualidad a menudo te refieres a “los homosexuales” o “los heterosexuales”, ¿cuán útil y cuán peligroso es generalizar a la hora de filosofar?
En cierto modo, generalizar resulta inevitable. En definitiva, es lo que hacemos siempre que utilizamos palabras para referirnos a las cosas; y la alternativa a esto sería simplemente dejar de hablar. Es verdad que encierra sin duda peligros, sobre todo si tratas de realizar una investigación sobre cosas concretas. Pero precisamente en filosofía la cosa ocurre un poco al revés. Más que de “los homosexuales” y “los heterosexuales” de lo que me ocupo es de “la homosexualidad” y la “heterosexualidad”, es decir, del contenido mismo de las palabras a través de las cuales generalizamos. Después, cada individuo (como es evidente) se puede ajustar más o menos al entramado de determinaciones que se reúnen bajo esas palabras. Pero el objeto del libro no es tanto la diversidad (siempre infinita) de los individuos concretos como la unidad de esos conceptos que, en cuanto nos descuidamos, tratan de imponer su rigidez sobre nuestras propias vidas y exigirnos que nos adaptemos a las reglas que ellos contienen.
¿Qué aprendiste de tu paso por Podemos? ¿Qué debe a esa etapa Elogio de la homosexualidad?
Me parece imposible resumir en pocas líneas un aprendizaje tan intenso como el que me han permitido estos años. En tiempos de crisis de régimen (en las que los viejos modos de representación pierden eficacia) y de aceleración histórica (en los que ocurren muchísimas cosas en muy poco tiempo) se abre la oportunidad de aprender a una velocidad de vértigo. En ese sentido, me siento muy afortunado por haber tenido ocasión de vivir este proceso tan en primera línea. Sin embargo, creo que el Elogio de la homosexualidad le debe más a mi actividad como profesor de filosofía y a mi experiencia vital en general que a estos años de actividad política.
¿Cómo ves la actitud de los políticos españoles ante la homosexualidad? ¿Cuánto hay de progreso y cuánto de marketing?
Sin duda hay mucho de marketing, pero eso también me parece un enorme progreso. Cuando a Margaret Thatcher le preguntaban qué era lo que más orgullo le producía de su legado, contestaba: “Tony Blair”. En realidad, un determinado planteamiento sólo puede decir que ha ganado cuando consigue que incluso el adversario se vea obligado a defenderlo (o a decir público que lo defiende, que para el caso es lo mismo). Creo que tenemos derecho a considerar un auténtico “progreso” que el Partido Popular, por ejemplo, haya estado hasta hace nada litigando en los tribunales contra el matrimonio igualitario y ahora se vea obligado a visibilizar dirigentes homosexuales y a celebrar sus bodas. ¿Es puro marketing, mera hipocresía? Creo que sí, pero tampoco importa mucho. Como decía François de La Rochefoucauld, la hipocresía es el tributo que el vicio tiene que pagar a la virtud. Y la verdad es que personalmente me importa poco lo que ocurra en el fuero interno de los dirigentes del PP; me da un poco igual si siguen o no chapoteando en el odio mientras lo hagan en privado. Lo importante es que, aunque sólo sea por una cuestión de marketing, hay cosas que ya no pueden hacer y decir en público. Y eso es un progreso.
Afirmas que, mientras pocos heterosexuales filosofan sobre la heterosexualidad, raro es el homosexual que no reflexiona alguna vez sobre la homosexualidad, ¿es entonces tu sexualidad clave de tu dedicación a la filosofía?
No creo que sea lo que está en la base de mi dedicación a la filosofía en general. Sin embargo, creo sin duda que es algo que influye en el enfoque, los temas y el modo como haces las cosas.
Que el principio del “fin de la heterosexualidad” ha llegado está claro, pero ¿cuánto tendremos que esperar para el final definitivo?
Antes de nada, quiero aclarar que cuando hablo del “fin de la heterosexualidad” no me refiero, ni mucho menos, al fin de la atracción sexual de hombres hacia mujeres y viceversa (sólo faltaba…). Me refiero al tinglado rígido de determinaciones que vienen “de serie” asignadas a cada posición: azul/rosa; cambiar bombillas/cambiar pañales; conducir/cocinar; carreras de motos/programas de cotilleos; saludar dando un beso/saludar dando un golpe… Esas cosas no tienen nada que ver con el sexo y, sin embargo, como por una especie de conjuro, tienen una distribución sexual muy rígida. Y en realidad no creo que haya “final definitivo” para todo este tinglado. Ni tiene por qué haberlo. Lo fundamental es que se cumplan dos condiciones: que la construcción completa se depure de elementos opresivos y discriminatorios y que, en la medida de lo posible, seamos conscientes de esas construcciones, logremos mirarlas en cierto modo desde fuera, ganemos la distancia racional suficiente para tomar unos elementos y rechazar otros libremente y, en esa medida, tomemos las riendas de nuestra propia vida. Dadas estas condiciones, si alguien quiere de todos modos descargarse el “archivo heterosexualidad” completo (o lo que quede de él una vez depurado de elementos opresivos) no creo que haya nada que objetar.
Y, por último, ¿quién debería leer Elogio de la homosexualidad?
Creo que es un libro que puede resultar útil a gente de perfiles muy diversos. Carlos Fernández Liria me felicitaba por el libro diciendo: «es impresionante: es un libro extraordinario para entender la Crítica del juicio de Kant en la Facultad de Filosofía pero, al mismo tiempo, puede funcionar como manual de autoayuda en los aeropuertos». Supongo que los homosexuales se sentirán más identificados con las cosas que cuento ahí, pero me gustaría que lo leyeran también heterosexuales (a los que, en realidad, les puede resultar incluso más útil). Una de las cosas de las que más orgulloso estoy es la cantidad de mujeres heterosexuales a las que les ha parecido un libro terapéutico y liberador.
Hola Juan, yo el fin de la era de la era de la heterosexualidad todavía lo veo lejano , pero al menos ha comenzado , eso si que se puede decir.
El problema que veo es que en realidad la no heterosexualidad no existe como libre opción, la heterosexualidad es normativa , la inculcan desde la infancia , y hay todo un sistema social y cultural que la impone como norma. Ahora después de tanta lucha por los derechos , se han conseguido ciertas cosas, puedes salir del armario sin miedo a morir , pero tienes que salir de un armario, te tienes que declarar como miembro de una minoría , con todos los riesgos que eso supone, y el miedo al rechazo social hará que muchas personas no quieran aceptar ningún tipo de atracción hacia otra persona de su mismo sexo.
Yo todavía no he visto a una madre hablarle a su hija sobre la novia o el novio que puede tener, no, a una mujer le deben gustar los hombres y punto, si acaso un día se puede declarar lesbiana , como quien tiene una mutación , pero desde bien pequeña le han enseñado que el camino correcto es que te gusten los hombres y no las mujeres, es un problema bastante grave, porque nos condicionan desde la infancia.
Así que en realidad no hay libre opción . Que diferente sería todo si tuviésemos esa libre opción.
Si blanca yo veo lo mismo que tu y es bastante desesperanzador pero veo algun guiño positivo. Yo si que he visto a una madre decirle a la hija » tienes algun chico o chica por ahi que te guste?».