Alaska: “No dejemos que los demás se apropien de términos como ‘maricón’ para insultarnos”
Conversar con Alaska (Ciudad de México, 1963) es saber, de antemano, que la charla no tendrá desperdicio. Es una persona culta, educada y políticamente correcta, con la que uno podría pasarse la tarde hablando. Es domingo, 8 de octubre, y, en apenas un rato, la artista se verá las caras en los jardines de La Térmica con el cineasta John Waters, uno de sus mayores ídolos, en el encuentro más esperado del I Festival de Cultura Basura, organizado por el centro cultural de la Diputación de Málaga y comisariado por su amiga Topacio Fresh. Antes de ello, y desde su camerino, Alaska atiende amablemente a dosmanzanas para hablar sobre este encuentro, sus iconos underground y su relación con la llamada cultura basura.
Para romper el hielo y hablar un poco del ‘Alaska meets John Waters’, la artista cuenta que ha preparado la entrevista y que acaba de almorzar con Waters y su marido Mario Vaquerizo, líder del grupo Nancys Rubias. “Tengo la suerte de que es mi tercera vez con John Waters”, comenta. Efectivamente, en 2000 tuvo la suerte de entrevistarle, por primera vez, para El País. Y volvería a encontrarse con él en una comida en 2011, cuando el estadounidense visitó Madrid para participar en el Rizoma Festival. “Es una persona fácil”, apunta Alaska, que esta semana celebra su cuarenta aniversario en el mundo de la música. “Es de esas personas a las que les dices ‘silla’ y a partir de ‘silla’ te puede estar una hora hablando. Tiene cultura, tiene sentido del humor y es una persona educada que tiene ganas de agradar, así que te lo va a poner fácil. Es un gran conversador”, añade.
Lo suyo con el director de Baltimore fue un flechazo. Y es que Alaska admira a Waters desde que lo descubrió, siendo aún una niña. Dice de él que es alguien “con quien compartes un mundo, pero un mundo cultural que es mucho más amplio que, de repente, solo Divine”. Mario, que está al lado, no duda en apuntar que lo que más admira del cineasta que es «no es dogmático ni prejuicioso«, algo que «jode la vida» de todos. «Se puede convivir muy bien y mezclar. Todo te nutre y todo está bien«, añade el madrileño, que en los últimos años se ha convertido en uno de los personajes más mediáticos y queridos por el público. Sobre todo, a raíz de su participación en el reality televisivo Alaska y Mario, donde la gente pudo ver cómo era el día a día de la pareja y conectó bastante bien con ellos. «No hemos pretendido aleccionar a nadie. La pretensión es malísima. Aleccionar es imponer una cosa. Nosotros nos hemos mostrado tal y como somos«, explica Mario en relación a ese espacio televisivo.
Alaska llegó a España en 1973, desde su México natal y, poco después, consiguió ver por primera vez la bizarra Pink Flamingos (1972). En poco tiempo descubrió a Waters, a Divine, a Bowie y a Warhol, y entendió que había un mundo “más allá de lo que veía en el colegio”. Empezó a aburrirse en el colegio y, para alegría de su madre América Jova, se sacó el título de esteticista y maquilladora. En 1977, conoció a Nacho Canut y a Carlos Berlanga, con los que decidió crear el grupo Kaka de Luxe, y dejó el colegio. Luego llegaron sus años con Alaska y Los Pegamoides, Alaska y Dinarama y, ya en 1989, Fangoria, su grupo actual. Un grupo formado con su amigo Nacho y con el que, en unos pocos años, pasó de ser una banda underground poco rentable económicamente y que actuaba en pequeños locales, a convertirse en una de las formaciones musicales más exitosas del país.
“No deja de resultar curioso que haya adolescentes y preadolescentes que lloren cuando ven a Waters. Eso es ‘shocking’. Pero a todos nos ha pasado”, cuenta Alaska en relación a la generación de ídolos personales. “Todos hemos tenido algunos referentes, sobre todo en ese momento en que estás pasando a la segunda parte de tu vida, cuando ya no es lo del colegio ni los compañeros que te han tocado, sino que empiezas a elegir a tus compañeros, y qué es lo que quieres leer y ver. Y hay algo que te llega”, explica. En su caso, ese alguien podía ser Bowie o el mismo Raphael, de quien por cierto tuvo el primer disco que se compró en su vida.
Nacho, la otra mitad de Fangoria, y ella hablan de estos temas constantemente. Para ellos, cualquier aspirante a ídolo personal debe tener, precisamente, eso: personalidad. Ser diferente a los demás, sin pretenderlo. Al menos, a sus ojos. Y Alaska cuenta cómo cuando Bowie mencionaba a Warhol en una canción, ella intentaba saber quién era ese tal Warhol. “Te hablo de la edad pre-Internet, cuando para saber quién era Warhol tenías que buscar algún libro en algún sitio, libro que no estaba editado en España. Y esto hoy es verdad que se ha dinamizado. No sé si son muchos o son pocos, pero por lo menos son. Estos niños que han descubierto un mundo, que no es el que tienen habitualmente, y que les interesa”, añade.
Gran amante del cine, Alaska hace un esfuerzo para recordar la primera película que recuerda haber visto en su vida. “Yo creo que fue ‘Pinocho’. No recuerdo ver la película, pero sí que fuera del cine vendían la ballenita o algo así. Ya después, tengo el recuerdo de ‘Bambi’. Soy una niña Disney”, apunta. Cuenta que entre sus largometrajes preferidos están títulos como La matanza de Texas (1974) de Tobe Hooper o The Rocky Horror Picture Show (1975), de Jim Sharman, de la que dice que “es la película que todo el mundo debería ver en el paso de la niñez a la adolescencia”.
Eso sí, si tiene que escoger una película que no se canse de ver, por más veces que se la pongan, esa es Cosas de hembras (1974), de Waters. Una película protagonizada por Divine, alguien que siempre ha inspirado ternura a la artista, a pesar de la fama de chungos de los personajes de mujeres que el actor ha interpretado en el cine. Es más, cuando el artista murió, en 1988, Alaska le rindió su particular homenaje haciéndose su primer tatuaje en el brazo, con su imagen.
Muchos pensarán, bien por desconocimiento o bien por prejuicio, que el padre del trash no es más que un creador de obras cinematográfica de mal gusto. Por eso, Alaska subraya que Waters es el “mayor conocedor” de cine de autor que hay en el mundo. “Por eso hace, precisamente, las películas que hace”, argumenta la artista. “Él, cuando está viendo a Divine en una escena, se basa en [Ingmar] Bergman. Pero, precisamente porque tiene el humor y la cultura para mezclar las dos cosas, sale algo diferente”. Efectivamente, el propio Waters, coleccionista de arte confeso, ha hablado en infinidad de ocasiones de sus referentes cinematográficos y cuenta que solía ir al cine a ver películas del cineasta sueco con su amigo Divine, después de tomar LSD. Películas que, por cierto, sacaban de quicio a la musa de Waters, que siempre le decía que si no podían ir mejor a ver películas de gente rica.
Cultura basura
En la exposición Bad Taste, hay cabida para homenajes y altares a personajes por los que Alaska siente devoción. Desde Ana Obregón hasta Carmen de Mairena, pasando por Tamara, Lola Flores o la mismísima Cristina La Veneno. Precisamente esta última, fallecida el pasado mes de noviembre, es uno de sus personajes televisivos preferidos. Alguien a quien tanto ella como su marido Mario le tenían bastante cariño. “David Delfín decía siempre ‘Mario, es que te veo en la tele y eres Cristina [La Veneno]. Estás todo el rato mirando a la cámara, tocándote el pelo… ¡Se te nota tanto que es tu referencia de cara a sentarte en un plató!’” [se emociona al recordar a su amigo, fallecido el pasado mes de junio].
Un personaje, el de La Veneno, al que Alaska admiraba y a quien vio por última vez en persona hace justo un año, en la Sala Boite, en el acto de presentación de su libro de memorias, escrito por la periodista Valeria Vegas. “Se nos ha llenado la boca de decir que nos encanta. Odio la palabra ‘reivindicable’. No hace falta reivindicarla. Ella es una estrella. Lo fue en su momento y para mí lo sigue siendo en cada una de sus actuaciones”, relata la intérprete que añade que, aunque nunca tuvieron una relación de amistad, sí mantenían una relación de cariño. Para Mario, La Veneno fue «una persona total«. El periodista y manager matiza también que «a lo mejor, por nuestra forma de ser, no hubiéramos coincidido mucho en nuestras formas de vida. No es que seamos mejores ni peores, es diferente«.
Y cabe señalar que la admiración era mutua, pues el mismo día de la presentación de sus memorias, La Veneno le recordó a Alaska que su canción A quién le importa le cambió la vida. Esa noche confesó, delante de todos los asistentes (incluida la artista) que ese tema había sido el himno de su vida y lucha personal, sobre todo en los años en que se sentía tan incomprendida en su tierra natal. Una tierra a la que Alaska viajó en una ocasión para actuar con su grupo Fangoria en un campo de fútbol. Esa noche, la artista comenzó el concierto diciendo que se lo dedicaba a Cristina. «Era mi venganza«, bromea la cantante, en relación al bochornoso episodio vivido por La Veneno unos años atrás, cuando la musa de Pepe Navarro viajó a Adra para grabar un programa y varios vándalos comenzaron a lanzar piedras contra la limusina en la que su paisana viajaba.
Al hilo de esta cuestión, Mario cuenta una anécdota vivida en 2014, poco tiempo después de la muerte del músico Bernardo Bonezzi, amigo de Alaska. Los últimos chicos que grabaron con este, invitaron a Mario a participar en un homenaje al compositor. Los ensayos de esa actuación tuvieron lugar en un local de la calle Tablada, donde residía Cristina. «Yo iba por la calle y me encuentro con una rubia espectacular en un balcón, llamándome. ¿Y quién es? Cristina La Veneno. Y le dije ‘espérate un momentito que ensayo con estos y voy a tu casa’«. Cuenta que, en ese momento, lo que menos le interesaba era ya el ensayo, pero aun así, tiró de profesionalidad y cumplió con los chicos, antes de verse las caras con su ídolo televisivo. «Me fui corriendo a ella, compré cuatro cervezas, y subí a su casa. Fue maravilloso. Me enseñó toda su habitación, me regaló cuatro fotos y me habló de lo que admiraba a la Olvi«, recuerda Vaquerizo.
Para terminar, no me quiero quedar sin saber lo que Alaska entiende por cultura basura, el verdadero leit motiv del evento. “A mí, en principio, esto no me parece basura, por supuesto. Me parece ‘la crème de la crème’”, puntualiza antes de entrar de lleno en el asunto. Enseguida sale la mariliendre que Alaska lleva dentro a la hora de tratar el tema del lenguaje: “Para mí, el término ‘basura’ es como el de ‘maricón’. No dejemos que los demás se apropien de ellos para insultarnos. Claro que sí, somos cultura basura. ¿Esto es basura? Perfecto. ¿Que a ti te parece basura? Perfecto. ¿Que somos maricones? ¡Con acento en la O! No dejemos que los demás utilicen estos términos para usarlos en nuestra contra”, sentencia.