Alberto Conejero (dramaturgo): «Lo más parecido al rezo para mí es la escritura»

Dramaturgo y poeta, es natural de Jaén. Este año aparece entre los homosexuales más influyentes en España, según el ranking de LOC. El próximo año dirigirá un texto suyo y estrenará Medea, junto a Lluis Pascual: «Durante estos años he comprendido la fragilidad y potencia del texto dramático en relación a la puesta y es el momento de ser responsable también de la dirección».

Tras el éxito de La piedra oscura nos presentó este año Ushuaia. ¿No se cansa de ser tan intenso?

Entre las dos obras trabajé también en Rinconete y Cortadillo (con Sexpeare Teatro y Salva Bolta), que era una tragicomedia; en la Odisea, con la Joven Compañía, dirigida principalmente a un público juvenil, y en La melancolía de las jirafas, una distopía de humor negro.

No le va mal. Con La piedra oscura se llevó cinco premios Max. ¿Los tiene bien guardaditos en casa?

Los tienen los compañeros que lo hicieron posible –Mejor Director, Mejor Iluminación, Mejor Espacio, Mejor Obra- y el de Mejor Autor está en mi pueblo, Vilches (Jaén).

Es un acaparador. ¿En qué otras cosas es pichichi?

En poco o nada. No sé si sabes que Pichichi, el jugador de fútbol, murió con 29 años por comer unas ostras intoxicadas. Me parece una buena advertencia para evitar la avaricia y la soberbia de querer ser pichichi…

Dice que fue un niño disléxico y que la lectura fue una especie de refugio para usted. ¿Fue un niño repelente?

No lo creo. Y en todo caso, ojalá hubiera una escuela en la que las niñas y niños pudieran desarrollar su singularidad sin miedo a las etiquetas, el rechazo o el acoso.

Se enamoró del teatro tras leer, de adolescente, Bodas de sangre. ¿Le reza a Lorca por las noches?

No, la verdad. Lo más parecido al rezo para mí es la escritura.  A Lorca vuelvo siempre y siempre lo encuentro distinto y mejor.

Este año se estrenó en el Festival de Mérida con una adaptación de Las Troyanas de Eurípides, que habla de la resistencia a la esclavitud y explotación. ¿Hemos avanzado mucho?

Lamentablemente, el texto de Eurípides es del todo contemporáneo. Nos habla de las víctimas más silenciadas en una guerra: las mujeres. La obra es como un Guernika que se levanta del lienzo, lleno de horror y de poesía.

¿Cómo se siente un homosexual influyente?

Me alegra que hayan considerado que un dramaturgo pueda estar en ese listado. Por eso acepté aparecer en él y porque considero que las conquistas logradas son frágiles y hay que seguir luchando.  La visibilidad es una forma de activismo.

Piensa que el aburrimiento y el dinero mueven más el mundo que el amor. ¿En qué lo nota?

En que la gente no sabe aceptar ese aburrimiento y aprender de él. Muchos huyen de sí mismos a golpe de ruido virtual o de cualquier ruido. Hay que saber resistir(se) en el silencio y en el no hacer nada. Se aprende mucho en el detenerse. El dinero, por desgracia, nos ha empujado a un sistema inmisericorde, insolidario y cainita. Hace falta una celebración de lo que no es productivo, en términos económicos, pero sí radicalmente humano.

“Creo que la palabra teatral tiene que estar dotada de cierto vuelo poético”. ¿Ve mucho vuelo poético en el Congreso de los Diputados?

Hay muy poco teatro y muy poca poesía en el Congreso. El teatro y la poesía son una escuela de humanidad. Y hace falta devolver al hombre y a la mujer al centro de la política.

Habemus bajada del IVA cultural. ¿Ya puede sacar pecho nuestro Ministro?

En absoluto. No se ha bajado el IVA del cine y en el caso del teatro se ha corregido una situación absolutamente injusta e impropia de una democracia avanzada.

¿Se sigue muriendo por hacer un musical? 

He traducido El guardaespaldas. No es una versión, sólo la traducción, pero me he divertido, me he despojado de prejuicios y he adquirido oficio. Aquí las letras se mantienen en inglés. Pero deseo hacer un musical, sí: Sondheim, Porter, Weill. Llegará, confío.

¿Qué cosas le gusta hacer cuando no tiene nada que hacer?

A riesgo de parecer ‘la loca de las gatas’, me gusta pasar ese tiempo con las mías. Huxley dijo que para escribir sobre personas había que tener un gato en casa. Y no se equivocaba…