Teatro contra las convenciones: críticas de «Rocky Horror Show» y «La casa de Bernarda Alba»
El teatro siempre ha sido un arte avanzado a su tiempo. Y es que es mucho lo que puede acontecer en un escenario ante los ojos directos del público. Cada función es única e irrepetible, ofreciendo la conexión espacial y temporal entre intérpretes y espectadores múltiples posibilidades. Hoy os hablo de dos obras de teatro que he tenido la oportunidad de disfrutar recientemente en Madrid: Rocky Horror Show, divertimento basado en la película homónima de Jim Sharman, y La casa de Bernarda Alba, dramón que da al texto de Federico García Lorca una nueva lectura al ofrecer todos sus papeles a intérpretes masculinos. Aunque de formas harto diferentes, ambas transgreden las convenciones de la cuestión LGTB.
Rocky Horror Show estará en el Palacio de la Prensa durante los dos próximos sábados, así como el mismísimo día de Halloween. Y ciertamente no hay mejor modo de celebrar el día de las brujas que enfrentarse a este despampanante musical basado en la película de culto The Rocky Horror Picture Show, dirigida por Jim Sharman en 1975, el cual permite, además, un alto grado de participación del público. Pedro Entrena, a quien entrevisté hace unos meses a raíz de la divertida Toxic [crítica], ofrece una fantástica puesta en escena pese a contar con unos medios muy inferiores a los que suelen poseer los musicales teatrales, captando nuestra atención desde ese primer momento en que Jennifer Lima o Estefanía Rocamora (ambas magníficas, lástima que deban turnarse en el mismo papel) cantan con sensual garra “Science Fiction, Doble Feature”, maravilloso tema precursor de otros tan icónicos como el simpático “Dammit Janet!”, el sexy “Touch a, touch a, Touch Me” o el vibrante “Time Warp” (¡Dios bendiga a Richard O’Brien!). Entre la hipnótica coreografía, el entregado reparto y el salvaje vestuario, los momentos musicales —interpretados, afortunadamente, en versión original con subtítulos en castellano— resultan explosivos, no quedándose atrás unos diálogos que, al igual que en el filme, destilan hilaridad y desenfreno. En Rocky Horror Show, la sexualidad está para vivirla al máximo, importando poco o nada las etiquetas o los clichés, lo que desemboca en una genial locura. Cierto es que falta tanto perfilar algunas escenas míticas como carisma en algunos intérpretes (en ambos casos, comparando con el film, pues las comparaciones, aunque odiosas, son inevitables, y la sombra de Tim Curry es larga), pero el resultado sigue siendo más que digno: ¿se os ocurre mejor forma de disfrutar del espíritu de Halloween que siguiendo a los ingenuos Brad y Janet al perturbador castillo del travesti transexual más icónico de Transilvania? Lo dudo —nunca mejor dicho— horrores.
Por su parte, La casa de Bernarda Alba constituye una adaptación insólita del icónico texto de Federico García Lorca de 1936 donde todos los roles son interpretados por varones, a saber, un impresionante Ángel Ferrero como Bernarda, el divertido Alejandro Marzal como la criada Poncia y los harto atractivos (en todos los sentidos del vocablo) Pedro Rubio, Álvaro Vázquez, Gaspar A. Forner, Kino Gil Ribera y Guille Ollés Ibáñez como las cinco hijas, forzadas por la hipocresía de la sociedad a rehuir su propia felicidad en pos de las convenciones. El reparto es ciertamente magnífico, capaz de sumergir al espectador en el doble juego de hallarse ante un hombre vestido de hombre (de traje, nada más y nada menos) haciendo el papel de una mujer, para lo cual todos ellos han sabido fusionar una desbordante masculinidad con gestos femeninos que traerán a la mente irremediablemente a Bernarda y compañía. Toda una clase magistral de interpretación. La escenografía es pobre, sí, pero la dirección de Paco Sáenz se las apaña para que no importe, dejando al público sin aliento desde la primera hasta esa última escena donde las sillas vuelan literalmente por los aires. La homosexualidad llevó a Lorca a retratar a los personajes femeninos con una sensibilidad única para la época, contexto que toma una nueva dimensión gracias a esta sorprendente versión que el Teatro La Encina ofrecerá durante los viernes de noviembre. Tanto conociendo el conmovedor texto original como exponiéndose a él por primera vez, esta obra supone una experiencia única que se antoja tremendamente moderna pese a mantener intacto el texto original. Os invito a reflexionar sobre el peligro de la salvaguarda de las apariencias, la innata competitividad fraternal o el papel de la mujer en la sociedad de principios del siglo XX como nunca antes lo habéis hecho.
Al tratarse de teatro independiente, Rocky Horror Show y La casa de Bernarda Alba cuentan sólo con unas funciones a la vista, con lo que os insto a haceros con vuestras entradas antes de que sea demasiado tarde. Confiando, eso sí, en que ambos espectáculos sean prorrogados (o incluso llevados a otras ciudades) gracias a su innegable calidad, sólo me cabe dar las gracias a sus equipos por los ratos tan diferentes que me han regalado. ¡Ojalá tengáis ocasión de disfrutar de ambos tanto como yo!