Mikel López Iturriaga (periodista): «Soy uno de los peores seductores de la historia de la seducción»
Natural de Bilbao, es uno de los periodistas gastronómicos más mediáticos. Filólogo frustrado, ahora triunfa con el programa de televisión ‘El Comidista’. Tiene claro en qué cosas se fijaría en un chico a la hora de ligar: «Debe ser no muy alto y no muy delgado, cara simpática, pinta de tener sentido del humor e, idealmente, barba. Tener nabo en Adviento también puntúa».
¿De pequeño ya jugaba a ser Arguiñano?
Mentiría si dijera que sí. No fui un niño especialmente interesado en la cocina, y nunca viví esa imagen idílica de pequeño infante ayudando a su madre a hacer pasteles y mermeladas. La afición me vino más tarde, y casi por necesidad, cuando me largué de casa de mis padres.
Hablando de Arguiñano, veo que su perejil particular son las alcachofas y berenjenas. ¿Algún trauma infantil?
Por supuesto. El hígado, en primera posición (todavía lo odio); las natas en la leche caliente, en segunda, y las migas de las galletas o las magdalenas en el Nesquik, en el tercero. Yo era de esos niños insoportables que tenía que colarlo para podérselo tomar.
¿No le da pereza la MasterChefitis?
Personalmente, el programa ha dejado de interesarme, pero reconozco que tiene mérito aguantar tantas temporadas y seguir gustando a tanta gente. Eso, en la tele, es muy difícil, así que algo tendrá este programa si sobrevive.
Cocinero, cocinero. ¿Se siente un bicho raro en un mundo tan masculino y aparentemente machista?
Yo soy periodista y aficionado a la cocina, no cocinero. Y en el mundo del periodismo no escasean los homosexuales, gracias a Dios. En cuanto al mundillo gastronómico, es cierto que es un poco heteruflo, pero cada vez hay más cocineros y cocineras que se salen de ese patrón y reivindican otras formas.
¿Es usted de cerveza y pincho de tortilla en un bareto guarrete, de los que hacen que se te pegue al suelo la suela del zapato?
Definitivamente, sí. Siempre que la tortilla esté buena, claro, y no sea ladrillo de huevina y patata cocida.
¿Con qué frecuencia come usted de gorra?
Con menos de la que mucha gente cree. Acepto poquísimas invitaciones, y casi siempre de sitios que empiezan y que se ofrecen a mostrarte tu trabajo. Pero vamos, jamás pretendo ir de gorra: se me caería la cara de vergüenza.
¿Lo suyo con el cabello de ángel en los postres es irreconciliable?
Sí. Y que conste que lo he intentado, pero no les encuentro sentido a esos hilos hiperazucarados que algún día fueron calabaza.
¿A qué otras cosas no le hincaría nunca el diente?
Las coles de Bruselas las tengo atragantaditas también. Y yéndome a cosas más exóticas, las larvas. Insectos crujientes y pequeños, puedo; larvas grandes con interior cremoso, como las que se comen en China, ¡puaaaaj!.
¿Qué aliño le pondría a Donald Trump?
Alguno que le causara una indigestión que le obligara a dejar el cargo. Detesto a ese hombre y todo lo que representa.
Dice que le encantaría compartir mesa con John Waters. ¿A qué sitio le llevaría a comer?
Supongo que a John Waters le parecería más interesante un bar de grasa que un sitio finolis de alta cocina. O igual no: lo mejor de este señor es que es absolutamente imprevisible. No sé, quizá a tomar el té con tarta de limón a Embassy, a ver a las señoras pijas. Creo que eso le divertiría.
En alguna ocasión ha dicho que odia la costumbre española de comer a las tres y cenar a las diez de la noche. ¿Qué otras costumbres patrias le dan grima?
La de hablar a voces en los bares y restaurantes y la de pensar que ‘como en España no se come en ninguna otra parte’. En España se come bien, pero no tan bien como pensamos, y no mejor que en muchos otros países del mundo.
¿Es de los que, de un tiempo a estar parte, mira todas las etiquetas para ver si el producto que va a comprar contiene grasa de palma?
No me hace falta. Directamente prescindo de productos industriales ultraprocesados: bollería, galletas, snacks, precocinados, etc., que son los que utilizan esa grasa. No son comida, y yo prefiero la comida de verdad, no sólo porque es más sana, sino porque está más rica.
“La alta cocina es un poco como el sexo, que está muy bien pero no todo el rato”. ¿A cuál de esas dos cosas le dedica más tiempo últimamente?
Al sexo. Y no te lo digo porque sea un follador nato, sino porque sencillamente la alta cocina es muy cara y el sexo es gratis (salvo que tengas que pagar por él, cosa que en mi caso aún no ocurre). La comida y el sexo son dos de los grandes placeres de la vida, aunque a mí no me gusta juntarlos. “Cada cosa a su tiempo y los nabos en Adviento”, como dicta el refrán viejuno.
¿Cuáles diría que son sus armas de seducción a la hora de ligar?
Soy uno de los peores seductores de la historia de la seducción, más cortado que doscientos gramos de jamón york en lonchas finas del súper. Te diría que intento hacer pasar por distancia interesante lo que no es más que una mezcla de timidez y pánico al rechazo.
Revisaros un poco la endofobia interiorizada que tenéis, es increíble, hacéis preguntas cargadas de prejuicios sobre la supuesta “ranciedad” de España. Iturriaga por fortuna parece más viajado que vosotros y no compartir vuestra ridícula visión.