Las migraciones del amor: crítica de «Los objetos amorosos» y entrevista al director Adrián Silvestre
Un año y medio después de hacerse con el premio FIPRESCI de la sección Resistencias del Festival de Cine Europeo de Sevilla “por su representación realista y sensible de temas como la inmigración, el género o la identidad en la Europa contemporánea”, la extraordinaria Los objetos amorosos, rara muestra de cine español protagonizad por mujeres LGTB, goza por fin de un estreno comercial en nuestro país gracias a la Cineteca, donde podrá verse a partir de hoy. Aunque ya hablé de ella a su paso por el LesGaiCineMad [ver crónica], he aprovechado este esperado acontecimiento para recuperar la película y entrevistar a su director, el debutante Adrián Silvestre.
Los objetos amorosos (2016) es una de las cintas españolas más interesantes de los últimos años, lo que vuelve lamentable que le haya costado tanto salir del circuito festivalero. En ella, el valenciano Adrián Silvestre sigue a la joven Luz en su migración a Italia en busca de un futuro mejor para sí y su hijo, al que se ve obligada a dejar en su Colombia natal mientras se busca la vida. El “sueño europeo” se ve truncado por múltiples desdichas, pero la aparición inesperada de la impetuosa inmigrante chilena Fran dará un giro a su existencia, instándola por una vez a luchar por su propia felicidad en lugar de preocuparse tanto por el porvenir. La personalidad que Laura Rojas Godoy (quien se alzó merecidamente la mejor interpretación femenina del LesGaiCineMad) y Nicole Costa ofrecen a sus personajes es sublime, anteponiéndose la sensatez de una madre forzada a labrarse un futuro aun a costa de su dignidad a la inconsciencia de una mujer libre como el viento a la que el pasado ha enfrentado al mundo entero. Ellas no pueden ser más diferentes entre sí, pero encuentran la una en la otra precisamente lo que les falta, aun cuando eso suponga siempre un toque de locura. Filmada enteramente en Roma, la cinta compensa la falta de recursos con una puesta en escena sobria pero efectiva que extrae máximo partido de la naturalidad de las interpretaciones. Que el director de fotografía, Luca Lardieri, haga uso de largos planos fijos es útil, tanto a modo de ahorro, como de cara a evitar distracciones que alejen al espectador de tan sensible tratamiento de la inmigración, la identidad de género, las encrucijadas románticas y la búsqueda de una felicidad que a menudo se antoja espinosa para quienes apenas cuentan con armas para luchar por ella.
Si tenéis ocasión, os invito a aprovechar este estreno para disfrutar de Los objetos amorosos, una película muy especial que, al igual que sus protagonistas (poseedoras del triple hándicap de ser mujeres, no heterosexuales e inmigrantes), merece mayor visibilidad de la que ha contado hasta el momento.
A continuación, os dejo con mi reveladora entrevista a Adrián Silvestre, director de Los objetos amorosos, con quien hablo temas tan diversos como los conflictos de ser mujer e inmigrante, el poder de la cultura LGTB, los peligros del amor o el secreto de la felicidad.
¿Qué son los “objetos amorosos”?
Los “objetos smorosos” son Luz y Fran, los personajes principales de la película. El término viene del libro El arte de amar, de Erich Fromm, que plantea que amar debería ser una capacidad para relacionarnos con el mundo en su totalidad. En cambio, muchos seres humanos tendemos a escoger un objeto amoroso para proyectarnos ciegamente en él, hasta el punto de convertir el amor en una forma de egocentrismo aumentado.
¿Qué te llevó a centrar tu ópera prima en dos mujeres inmigrantes? ¿Qué hay de ti en Los objetos amorosos?
Si bien el amor, entendido a través de múltiples interpretaciones, es un concepto universal que cualquiera puede experimentar independientemente a su género, desde el principio tuve claro que haría esta película con dos mujeres. Se trata de una historia de amor que nace del desarraigo y la soledad. Y en este sentido, Luz y Fran, por su doble condición de mujeres inmigrantes, son prácticamente invisibles en ese contexto específico. Eso reforzaba su necesidad de vivir esta experiencia de manera más intensa. Por otra parte, creo que como mujeres, alcanzan un grado de empatía que hace su relación única y especial, diferente a una relación heteronormativa. Autobiográficamente hablando, en el plano emocional no me identifico con ninguna de las dos; no soy ni tan romántico como Luz, ni tan escéptico como Fran. Y cuando he sido inmigrante en otro país, he tenido las cosas más fáciles, afortunadamente. Pero las actrices y yo hemos partido de la escucha hacia tantos otros casos y experiencias para poder hacer estos personajes de carne y hueso.
¿Cómo diste con Laura Rojas Godoy y Nicole Costa? ¿Y cómo fue el trabajo con ellas?
Con Laura ya había trabajado en Exit, Un Corto a la Carta, un proyecto anterior. Quedé impactado con su capacidad para llevar las emociones a la escena. Conforme la fui conociendo, descubrí también que tenía una inteligencia asombrosa y ya empecé a pensar en hacer un primer largo con ella. Nicole, además de ser una gran artista inclasificable, es una de mis mejores amigas. La conozco desde hace casi 20 años, y siempre estuvo ahí en cada uno de mis proyectos. Para mi era muy importante poder contar con ella, fuese como fuese. Ambas vivían fuera de Roma, así que fue una suerte poder traerlas, una semana antes del rodaje. Fueron unos días muy intensos, donde estuvimos experimentando a partir de improvisaciones, día y noche, hasta que las escenas funcionasen. Las fijábamos, las filmábamos, y las recuperábamos en rodaje. Así que, en este sentido, técnicamente teníamos todo bajo control. También hubo espacio para la improvisación pautada, cuando estas tuvieron que rodar con actores que no habían visto antes, cuando interactuaban con extras en la calle, etc.
Una tiene el futuro en mente (su hijo), la otra, un pasado a cuestas; ¿cómo interactúan dos personajes tan distintos? ¿Qué las atrae respectivamente la una de la otra?
Efectivamente, Luz idealiza a Fran como una compañera con la que construir un futuro, y Fran, ve a Luz como alguien con quien quizás podría redimirse de su pasado. A Luz le atrae el descaro de Fran, su autenticidad, su rebeldía y la libertad que experimenta al saltarse las normas con ella. Fran, en el fondo, admira la enorme fuerza de voluntad de Luz (a pesar de su candidez) su generosidad y su capacidad para enseñarle a amar. Se trata de dos proyecciones opuestas y peligrosas. O como alguien me dijo, de un choque de trenes del que es difícil salir ileso.
¿Qué imagen buscas dar de la inmigración? ¿Qué te atrae de este tema?
Trato de dar una imagen honesta y realista, individualizada en estos 4 personajes. Puede tratarse de una visión sesgada, pero hacer un cine representativo de una mayoría no es mi prioridad, y mucho menos, aleccionar. Dicho esto, a través de todo lo que he aprendido sobre género e inmigración en este y anteriores proyectos, entiendo que hay una serie de lugares comunes que no se pueden negar, y que al final creo que están en la película. La inmigración me interesa porque muchos hemos sido inmigrantes en algún momento, o puede que lo seamos algún día. Es una condición esencial del mundo globalizado y aún hay gente que se niega a asimilarlo. Creo que es muy importante que cualquier individuo, no solo a nivel profesional sino también personal, sea capaz de mirar más allá de sus fronteras, bien viajando, o bien relacionándose con gente de otras culturas. A mí me ayuda a entender muchas cosas, no sólo del mundo, sino también de mi mismo.
La película vio la luz hace casi dos años y no ha gozado de estreno comercial hasta ahora, ¿ha sido duro el proceso de distribución?
En los márgenes del cine independiente, el proceso de distribución es probablemente el más complicado. Por mi experiencia, siento que es el pez que se muerde la cola. Durante el proceso de producción, las distribuidoras no se la jugaban porque no me conocían, ni tampoco la película. Cuando fue llegando el reconocimiento, ya era una película estrenada, con paso por varios festivales, y por lo tanto, vieja. Encontré agencia de ventas casi un año después de su estreno. Y el premio Rizoma de Cine (un premio de distribución mediante distintas vías), poco después. Así que este empujón nos está ayudando a llegar a nuevos espectadores y desencadenar futuros proyectos.
¿Es la temática lésbica un hándicap para la distribución?
Yo diría que no. Pienso que el mayor obstáculo es el que he citado antes, pero no necesariamente que el contenido sea lésbico, porque, en cualquier caso, se trata de una película pensada para cualquier tipo de público. Además, la oferta de cine LGBT es cada vez más extensa e inclasificable. Hay varias distribuidoras especializadas en este “género” y la lista de festivales con este perfil va aumentando en todo el mundo, así como el número de títulos programados en festivales que no tienen este perfil. Esto es muy significativo, porque quiere decir que la categoría LGBT ya no es solo un tema cerrado en sí mismo, sino una cualidad transversal que nos permite explorar una infinidad de temas, transformando nuestra manera de ver el mundo.
Los objetos amorosos tiene una puesta en escena muy especial. ¿Dirías que esta película es perfecta representante de tu esencia como cineasta? ¿Qué te atrae de esta quasidocumental forma de filmar?
Yo creo que sí, aunque la forma perfecta no la voy a encontrar nunca. Pero en ese proceso de búsqueda, cada vez me siento más cómodo trabajando, sorteando normas que hace años pensaba que eran inquebrantables. Lo que más me interesa es abordar la ficción como si fuese un documental, donde el azar es determinante. En cuanto al estilo visual, la sobriedad y la contención me permiten dejar a un lado los artificios estéticos y centrarme en el trabajo de las actrices, así como en la exploración del concepto de realismo.
¿Qué influencias atribuyes a tu personal estilo?
Veo tanto cine que ya no sabría identificar de dónde viene cada estímulo. Pero me fijo mucho en la puesta en escena del cine de autor latinoamericano y europeo, y en directores contemporáneos como Ulrich Seidl, Laurent Cantet, Matteo Garrone o Jafar Panahi, por su excelente trabajo con actores no profesionales y su inconstante juego de sutilezas entre realidad y ficción.
¿Tan difícil es la felicidad hoy en día como parece afirmar por momentos Los objetos amorosos?
Si conociese el secreto de la felicidad, me haría psicoterapeuta. Supongo que cada persona tiene en su cabeza un concepto distinto de felicidad, y la vive (o anhela) a su manera. En Los objetos amorosos, quise reflejar la necesidad de amar en un contexto de soledad y desarraigo, y paradójicamente, la dificultad de hacerlo libremente. La precariedad puede hacer que dos personas se unan y sin embargo, también puede imponerse y hacer que el amor pase a un segundo plano. Solamente en ese contexto, Luz y Fran viven su historia de amor. Y es ese mismo contexto el que acaba poniéndola en peligro.