Irlanda y el Reino Unido avanzan hacia la prohibición de las “terapias” de conversión
Dos nuevos países europeos podrían unirse en los próximos meses a la lista de territorios que prohíben las “terapias reparadoras” o de conversión. Intervenciones que no solo se han mostrado ineficaces para cambiar la orientación sexual de una persona, sino que resultan muy peligrosas y contra las ya antes se han pronunciado numerosas organizaciones profesionales. En el Senado irlandés ya se ha presentado un proyecto de ley con apoyo multipartito para vetarlas. El proceso se encuentra en un estado más preliminar en el Reino Unido. Tras oponerse hace un año, el Gobierno de Theresa May ha anunciado ahora que está analizando posibles fórmulas para ilegalizar estas prácticas.
Prosigue la tendencia hacia la proscripción de las “terapias” reparadoras o de conversión. Tanto Irlanda como el Reino Unido han dado pasos en las últimas semanas en esta dirección. La situación se encuentra en un estadio más avanzado en el caso irlandés. 21 senadores, pertenecientes a diferentes formaciones (Sinn Féin, Fianna Fáil, laboristas, verdes e independientes) han dado su apoyo a un proyecto de Ley para la Prohibición de las Terapias de Conversión. La iniciativa partió del republicano Fintan Warfield (SF), que se mostró confiado en que culmine favorablemente su tramitación parlamentaria.
El proyecto de ley contempla la tipificación como delitos de estas prácticas y establece tres categorías, en orden de gravedad:
- Personas que ofrezcan o realicen “terapias” de conversión o las anuncien.
- Personas que saquen del territorio nacional a otra con el objetivo de someterla a “terapias” de conversión.
- Profesionales que ofrezcan o realicen “terapias” de conversión o dirijan a una persona a otros profesionales o a cualquier otra persona que las realice.
Las sanciones oscilan desde los 1.000 euros de multa y seis meses de prisión para infracciones del primer tipo hasta los 10.000 euros de multa y doce meses de prisión para las del segundo y tercer tipo.
En el caso británico, el proceso se prevé más lento. Hace ahora un año, de hecho, el Gobierno de Theresa May rechazaba iniciar la tramitación parlamentaria de una iniciativa legislativa popular , que había conseguido cerca de 33.000 firmas, para prohibir las “terapias” reparadoras. Se escudaron en el pretexto de que, en su opinión, ya se habían tomado todas las medidas necesarias para prevenir el uso de las peligrosas prácticas.
Ahora, sin embargo, un portavoz del Ejecutivo ha declarado a la web Gay Star News que durante 2017 llevaron a cabo una encuesta nacional entre la población LGTB que incluyó preguntas sobre la incidencia de las “terapias” de conversión. Los resultados servirán para decidir sobre los pasos a seguir hacia la proscripción de estas prácticas pseudomédicas. El Gobierno británico también está trabajando con las asociaciones profesionales de psicoterapia y counseling para desarrollar un convenio que acabe con estos “falsos tratamientos”, en sus propias palabras, de aquí a finales de año.
En Europa, Malta fue pionera
El uso de “terapias” reparadoras o de conversión en menores de edad ha sido ya prohibido en diez estados norteamericanos, además de en la capital federal. California fue el primero en hacerlo en 2012, no sin controversia. Le siguieron el también estado de Nueva Jersey (varios meses después), Washington D.C. (cuyo Consejo legislativo aprobó la norma por unanimidad en 2014) y los estados de Oregón, Illinois, Vermont, Nuevo México, Rhode Island, Nevada, Connecticut y Washington, hace tan solo unos días. Hay además varias ciudades que haciendo uso de sus competencias locales han promulgado normas similares. Y la legislatura de New Hampshire discute en estos momentos un proyecto en el mismo sentido.
En Europa la pionera ha sido Malta, que aprobó una ley en este sentido en diciembre de 2016. En España, mientras tanto, la prohibición de este tipo de intervenciones ha sido ya contemplada en varias normas autonómicas y es una de las disposiciones que prevé la futura ley en favor de la igualdad y no discriminación de las personas LGTBI, actualmente en discusión en el Congreso de los Diputados (aunque el PP intentó “colar” una proposición alternativa, en forma de enmienda a la totalidad, que no contemplaba este aspecto).
En cualquier caso, merece la pena recordar que el Consejo General de la Psicología, órgano coordinador y representativo de los Colegios Oficiales de Psicólogos de todo el país, emitía hace ahora un año un comunicado en el que recordaba que las intervenciones que prometen “curar” la homosexualidad carecen de fundamento. No es ninguna novedad, pero en estos momentos en los que la promoción de este tipo de intervenciones parece reverdecer en nuestro país (casos recientes como el de la “terapeuta” Elena Lorenzo, las charlas de Jokin de Irala o de Richard Cohen así parecen indicarlo) toda aclaración es bienvenida.
“No” rotundo de los especialistas a las “terapias” reparadoras
A nivel internacional, ya en marzo de 2016 tenía lugar un histórico pronunciamiento de la Asociación Mundial de Psiquiatría en contra de las terribles “terapias” reparadoras, intervenciones que no solo se han mostrado ineficaces para cambiar la orientación sexual de una persona, sino que resultan muy peligrosas (los riesgos incluyen depresión, ansiedad y comportamiento autodestructivo). Prácticas contra las que ya antes se habían pronunciado numerosas organizaciones profesionales.
Respecto al reto que suponen aquellas personas adultas que movidas por su fe religiosa conservadora acuden por voluntad propia a las consultas para cambiar su orientación sexual, ya desde hace años la Asociación Americana de Psicología recomienda ser “honestos” con ellos respecto a su eficacia, considerando que el objetivo en estos casos debe ser favorecer, sin imposiciones, la aceptación de la propia realidad. Posibles estrategias que sugería Judith Glasshold, la presidenta del comité que en 2009 revisó la evidencia disponible hasta esa fecha, eran insistir en determinados aspectos de la fe religiosa, como la esperanza y el perdón, frente a la condena de la homosexualidad, sugerir el acercamiento a confesiones religiosas que sí aceptan la realidad LGTB o, los casos más recalcitrantes, valorar la adopción del celibato como estilo de vida sin pretender cambiar la orientación.