El saltador olímpico venezolano Robert Páez sale del armario como gay
Robert Páez tiene 23 años y ha competido como clavadista olímpico, defendiendo los colores de Venezuela, en los Juegos de Londres 2012 y en los de Río de Janeiro de 2016, entre otras competiciones deportivas de élite. A través de una carta publicada en el medio anglosajón Outsports ha decidido hacer pública su orientación homosexual porque, según alega, «la vida es demasiado hermosa para esconderse en un armario». Asimismo, defiende la creación de referentes públicos LGTB para normalizar la orientación sexual o la identidad de género. En este sentido, ha dicho que «al compartir mi historia, espero ayudar a que la homosexualidad sea una palabra tan común como la heterosexualidad».
«Al crecer en Venezuela, desde muy pequeño supe que era diferente, a pesar de no saber exactamente qué significaba eso», confiesa el saltador de trampolín Robert Paéz, que acaba de salir del armario como gay. El deportista, nacido en 1994 en la ciudad venezolana de Cumaná (en el Estado Sucre), explica que «es un camino difícil, saber a una edad temprana que sentimos algo que nos hace creer que no estamos ‘bien’ a los ojos de la sociedad. Sin embargo, la verdad es que, si nací así, fue porque Dios me creó y lo quería de esa manera. Cuando finalmente llegué a creer eso, fue entonces cuando comprendí que debía aceptar con orgullo y valor lo que otros llamaron ‘mariconeria’». Por este motivo, concluye que «dependía de mí vivir feliz o hundirme y vivir en una mentira que nunca sería realidad».
«Yo creo que nací gay», dice Páez. «A medida que fui creciendo me fui haciendo más consciente de ello, y a medida que crecía, como para tantos otros, se convirtió en mi gran dilema. Era motivo de preocupación que me interesasen cosas como el baile y la moda, cosas que en mi cultura eran para mujeres y homosexuales. Rehusé a hacer muchas cosas. A veces me daba vergüenza salir a la sociedad, enfrentarme a lo que realmente era», admite el deportista olímpico.
Páez ha revelado que «a los 15 años, mientras otros niños jugaban fútbol y comían helado con chicas, mi mente estaba luchando con pensamientos y preguntas sin fin. Poco a poco me di cuenta de que solo yo tenía mis respuestas. Sin embargo, incluso cuando encontré esas respuestas, me preocupaba cómo se sentiría mi familia. ¿Qué dirían mis hermanos? ¿Cómo reaccionarían mis amigos? ¿O la gente que está fuera mirándome desde las gradas?». La primera persona a la que se abrió sobre su condición homosexualidad fue a su madre, al cumplir los 18 años. «Las madres lo saben. Mi mamá lo sabía. Ella sabía cómo aceptarme. Y a pesar de que lloró y le dolió un poco, al final se lo tomó muy bien».
Con sus hermanos la salida del armario fue muy fácil. Ante el que más «miedo» sentía era su padre «porque es militar y pensé que me rechazaría. Él lo sabe desde hace aproximadamente un año y me aceptó como soy». Por otra parte, el clavadista defiende que «al compartir mi historia, espero ayudar a que la homosexualidad sea una palabra tan común como la heterosexualidad».
En su opinión, «tenemos que leerlo, decirlo y aceptarlo con claridad y madurez. Se tiene que entender que todos somos iguales. Ser gay no nos hace menos como hombres, o a las chicas menos mujeres». Así pues, deja claro que «ser gay no es una enfermedad». Por ello, Páez considera que «aceptarnos y respetarnos a nosotros mismos son grandes primeros pasos. La vida es demasiado bella para esconderse en un armario» y asevera que «nunca me rendiré».