La juventud lésbica frente a la frialdad nórdica: críticas de las películas «Thelma» y «Fucking Amal»
Pese a que ambos países se encuentran entre los primeros que aprobaron el matrimonio igualitario (allá por 2009), Noruega y Suecia nunca han sido lugares demasiado acogedores para crecer sin ser heterosexual, quizá porque la frialdad del tiempo atmosférico penetra en las personas y, por tanto, en sus capacidades comunicativas y emocionales. Tal vez pertenecer a la comunidad LGTB no sea necesariamente un problema en estos países, pero, así como EEUU o la propia España han vivido una auténtica explosión multicolor durante la última década, en el por lo demás progresista norte europeo la evolución ha sido menos entusiasta. Escasa es, por tanto, la representación LGTB en el mundo audiovisual nórdico (hace unos meses, abordé Tom of Finland [crítica] como excepción a la regla finlandesa), lo que me lleva a celebrar la presencia en cartelera de la noruega Thelma pero me fuerza a retroceder dos décadas para encontrar un trabajo con el que compararla: la sueca (y ya mítica) Fucking Amal.
Receptora del Premio Especial del Jurado y el mejor guion del último Festival de Sitges, Thelma (2017) representó a Noruega en la lucha por el Óscar a mejor film en lengua no inglesa más LGTB que se recuerda, pero no logró pasar siquiera el primer corte. Se trata de la cuarta película de Joachim Trier, artífice de Reprise (2006), Oslo, 31 de agosto (2011) y El amor es más fuerte que las bombas (2005), quien se confirma así como uno de los realizadores más aplaudidos de la historia del cine noruego. Thelma recibe el nombre de su joven protagonista, que no es en absoluto una chica normal, pero no por ser lesbiana, como ella teme, sino por los extraños poderes que alberga en su interior. Así, la cinta relaciona la doble anormalidad (una real; la otra, tan sólo percibida por una sociedad aún homófoba), a través de un pausado guion que brota de la pluma del propio director junto a Eskil Vogt, quien lo ha acompañado en todos sus largometrajes hasta la fecha. La excelente protagonista, la briosa Eli Harboe, aporta un rostro nuevo al panorama cinematográfico internacional, pero no al de Noruega, donde protagonizó su primera película en 2013 (Kiss Me, You Fucking Moron). Como tantos homosexuales antes que ella, Thelma pregunta insistentemente a Dios por qué la ha hecho así, pero en este caso la preocupación no es tanto el lesbianismo (que también) como los estragos resultantes de unos poderes que ni ella ni nosotros llegamos a comprender del todo. Envuelta en misterio, la cinta juega con el sonido, la luz, el color y los efectos especiales para sumir al espectador en una experiencia tan sosegada como perturbadora, a la par que harto desconcertante.
Creada dos décadas antes, Fucking Amal (Fucking Åmål, 1998) es la ópera prima de Lukas Moodysson, realizador con una carrera marcada por la juventud, la sexualidad y la comunidad LGTB en la que sobresalen Juntos (2000), Lilja forever (2002), Mamut (2009) y We Are The Best! (2013), colándose entre los grandes guionistas y realizadores de Suecia. La película relata la historia de Agnes Ahlberg y Elin Olsson, dos alumnas de secundaria de un pueblo «insignificante» llamado Åmål («¡maldito Amal!», rezaría la traducción directa del título). Mientras que Agnes (Rebecka Liljeberg) es tan tímida que no ha conseguido hacer amigos desde que se mudó al lugar con su familia, Elin (Alexandra Dahlström) es extrovertida y popular. Son polos opuestos con algo en común: un aburrimiento eterno que la primera torna en ira y la segunda rebaja en el alcohol y los líos sentimentales. Conocerse dará a ambas la fuerza que necesitan para hacer frente a la hipocresía que las rodea. Las delicias del primer amor convierten así lo que comienza como un duro drama social en un agradable romance adolescente, si bien la crudeza atmosférica y narrativa nunca desaparece del todo. Aunque harto sincera e irónica, Fucking Amal explora a sus complejos personajes con cariño y sensibilidad, lo que explica que siga siendo una de las obras más queridas por parte de la comunidad lésbica, la cual carecía de referentes similares cuando se estrenó a finales del siglo pasado.
Tanto Fucking Amal como Thelma lidian con el lesbianismo a una edad temprana, entrelazando el miedo a lo desconocido con la curiosidad por descubrirlo todo, aun cuando la primera lo hace desde el realismo y la segunda desde lo sobrenatural. Ambas cuentan a sus espaldas con directores de renombre que han logrado triunfar tanto dentro como fuera de sus fronteras. Si no habéis visto todavía Fucking Amal, haceos con una copia cuanto antes. Pero, incluso antes, aprovechad para disfrutar de Thelma en los mejores cines, que ya sabéis que el cine LGTB rara vez perdura en cartelera.