Por vez primera una película de Kenia es invitada a Cannes… y las autoridades kenianas la prohíben en su país por «promover el lesbianismo»
Es la primera película de la historia de Kenia en ser proyectada en el Festival de Cannes, en concreto en su sección Un certain regard (Una cierta mirada). Paradójicamente, los ciudadanos de su país no podrán verla en los cines. Se trata de Rafiki, una historia de amor entre dos mujeres.
Rafiki, dirigida por la cineasta Wanuri Kahiu y protagonizada por las actrices Samantha Mugatsia y Sheila Muniya, narra la historia de dos chicas que se enamoran en Kenia, un país en el que las relaciones homosexuales no solo son incomprendidas por la mayoría social, sino que están castigadas por la ley. «En Nairobi, las estudiantes Kena y Ziki llevan vidas muy diferentes, pero las dos hacen lo posible por alcanzar sus sueños. Sus caminos se cruzan en medio de una campaña electoral que enfrenta a sus padres respectivos. Las chicas se gustan, pero la sociedad keniana es muy conservadora, y tendrán que elegir entre el amor y la seguridad…», reza la sinopsis de la película en la web del Festival de Cannes, que precisamente se inauguraba ayer martes.
Rafiki (Amiga, en suahili) está inspirada en el relato Jambula Tree, de la escritora ugandesa Monica Arac. Y aunque se trata de una coproducción que ha recibido financiación internacional, su selección para participar en Cannes es un hito histórico para el cine de su país, ya que ninguna película realizada en Kenia y dirigida y protagonizada por mujeres de ese país había logrado ser seleccionada para tan prestigioso certamen. La noticia la daba la propia directora en Twitter el pasado 12 de abril:
I’m so excited!!!! We did it!!! My new film RAFIKI is invited to premiere at Cannes Film Festival. First Kenyan feature film to be invited to the festival. Please join me in congratulating the Kenyan cast and crew! What an amazing feat! #AKenyanFirst #RafikiMovie #cannes2018
— Wanuri (@wanuri) April 12, 2018
A partir de ese momento comenzaban a sucederse las felicitaciones, incluyendo las de organismos como el Ministerio de Deportes y Patrimonio de Kenia o la Kenya Film Commission. La alegría quedaba sin embargo empañada al conocerse que Ezekiel Mutua, consejero delegado del Kenya Film Classification Board (KFCB, el órgano gubernamental keniano que regula la programación y la clasificación de los contenidos audiovisuales en los medios) decidía prohibir la exhibición de la película. Así lo anunciaba, también en Twitter, su directora:
I am incredibly sorry to announce that our film RAFIKI has been banned in Kenya. We believe adult Kenyans are mature and discerning enough to watch local content but their right has been denied. #Cannes2018 #AKenyanFirst
— Wanuri (@wanuri) April 27, 2018
«Siento muchísimo anunciar que nuestra película Rafiki ha sido prohibida en Kenia. Creemos que los kenianos adultos son lo suficientemente maduros para ver contenido local, pero ese derecho les ha sido negado», se lamentaba Wanuri Kahui. Según anunciaba Ezekiel Mutua, la razón para prohibir Rafiki no era otra que «su temática homosexual y su clara intención de promover en Kenia el lesbianismo, contrario a la ley y a los valores predominantes de los kenianos».
Por desgracia, no se trata de la primera vez que oímos hablar de Ezekiel Mutua en dosmanzanas: hace pocos meses contábamos, por ejemplo, que Mutua decidía censurar la serie de Disney Andi Mack, dirigida mayoritariamente al público preadolescente, debido a que uno de sus personajes salía del armario.
Situación legal de la homosexualidad
Actualmente existen varios artículos en el Código Penal de Kenia (modificado en 2003) que castigan las relaciones homosexuales (página 99 del informe Homofobia de Estado de ILGA 2017). El artículo 162 establece penas de 14 años de cárcel para quienes «tengan conocimiento carnal con otra persona contra el orden de la naturaleza» o «quien permita que un varón tenga conocimiento carnal con él o ella contra el orden de la naturaleza». El artículo 163, por su parte, castiga a «quien intente cometer alguno de los delitos establecidos en el artículo 162 comete delito grave y será penado con prisión de 7 años».
Asimismo, el artículo 165 establece que «el varón que, en público o en privado, cometa un acto de indecencia grave con otro varón, o indujera a otro varón a cometerlo con él mismo, o intentara inducir la realización de un acto similar, incluso con terceras personas, es culpable de un delito grave y será penado con prisión de 5 años». Según los datos del propio Gobierno de Kenia, solo entre 2010 y principios de 2014 se procesó a 595 personas por estos cargos.
No está de más recordar, en cualquier caso, que en estos momentos se encuentra pendiente de resolución un importante proceso judicial, promovido por la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Gais y Lesbianas de Kenia (NGLHRC en sus siglas en inglés) que busca poner fin a la criminalización de la homosexualidad en Kenia. Si la sentencia es favorable tendrá una repercusión internacional indiscutible. Del mismo modo, un fallo a favor de mantener la penalización de las relaciones homosexuales o, incluso, de endurecer la ley, constituiría un antecedente muy peligroso. Hace varias semanas nos hacíamos eco, por cierto, de la campaña que CitizenGO, la marca internacional de HazteOír, promovía contra la posible despenalización.
Un pasado de persecución y LGTBfobia de Estado
Kenia es un país mayoritariamente cristiano (aunque con una importante minoría musulmana), en el que a las leyes vigentes y a la agresividad de las fuerzas policiales se suma una marcada homofobia social. Según un estudio del Pew Global Attitudes Project de 2013, únicamente un 8% de sus 44 millones de habitantes estaba dispuesto a algún reconocimiento social de los homosexuales, y un 90% consideraba tal orientación sexual inaceptable. La prensa alienta esta homofobia social: en mayo de 2015 se publicaba, en la portada de un periódico keniano, un listado con el nombre y la fotografía de las que supuestamente eran las doce personas gais y lesbianas más influyentes en el país, poniendo en grave riesgo su vida.
Aun así, existe en Kenia un valeroso grupo de activistas LGTB. Entre sus miembros se encuentra por ejemplo Denis Nzioka, que en 2012 trató de presentarse a las elecciones presidenciales como candidato y así visibilizar a la población LGTB. También David Kuria Mbote se presentó entonces como senador, aunque tuvo que cancelar su campaña debido a las fuertes amenazas recibidas y la falta de fondos. Su breve campaña, sin embargo, sirvió para que por primera vez un político abiertamente gay pudiera dirigirse a sus conciudadanos. El de Kuria es, como no podía ser menos, otro de los nombres citados en la publicación.
La salida del armario del escritor keniano Binyavanga Wainaina (también en la lista) y el que se desarrollaran sin incidentes las protestas convocadas en Nairobi en 2014 contra la legislación ugandesa, alentaron incluso la esperanza de una mayor apertura en Kenia para los derechos LGTB. Esperanza que se vio luego truncada, como muestra la detención en julio de 2014 de sesenta personas en un club de ambiente de Nairobi. El propio presidente Uhuru Kenyatta declaraba en 2015 que, si bien no permitiría “cazas de brujas” contra la población LGTB de Kenia, tampoco derogaría las leyes que castigan la homosexualidad debido a su gran aceptación social. Veremos si lo consiguen los tribunales…
Os dejamos, para finalizar con buen sabor de boca esta entrada, con el tráiler de Rafiki: