La Asamblea Nacional de Cuba tramita una reforma constitucional que abriría las puertas al matrimonio igualitario
La Asamblea Nacional de Cuba ha aprobado por unanimidad un proyecto de reforma de la Constitución que abre las puertas al matrimonio igualitario. A falta de que culmine el proceso, de aprobarse la reforma en su estado actual Cuba daría un paso de gigante en el reconocimiento de los derechos LGTB, que en los últimos años han experimentado una evolución positiva de la mano de Mariela Castro, hija del expresidente Raúl Castro y presidenta del CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual).
La actual Constitución de Cuba define en su artículo 36 el matrimonio como «la unión voluntariamente concertada de un hombre y una mujer con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común. Descansa en la igualdad absoluta de derechos y deberes de los cónyuges, los que deben atender al mantenimiento del hogar y a la formación integral de los hijos mediante el esfuerzo común, de modo que este resulte compatible con el desarrollo de las actividades sociales de ambos». En la propuesta de reforma de la Constitución aprobado por la Asamblea, la definición se actualiza y el matrimonio pasa a ser la unión concertada «entre dos personas», sin mención expresa al sexo de los contrayentes (cabe mencionar que el texto aprobado aún no ha sido hecho público, de forma que por el momento solo podemos recoger lo que los medios afines al Gobierno cubano han trasladado).
A nadie se le oculta que la intención subyacente tras la reforma de este aspecto no es otra que posibilitar la extensión del matrimonio a las parejas del mismo sexo. «Un avance que es como saltar más que Sotomayor», reconocía en el propio pleno de la Asamblea Nacional el diputado Freddy Luis Sánchez, según podemos ver en el siguiente reportaje de TeleSUR, canal multiestatal del que es copropietario el Gobierno cubano (la comparación hace alusión al legendario atleta cubano Javier Sotomayor, poseedor del récord mundial de salto de altura):
«Como ya en la Constitución estaba establecida la figura del matrimonio heterosexual desde la heteronormatividad, entonces creo que tenemos el deber de situar otra visión del matrimonio, mucho más inclusivo, que garantice derechos que hasta el momento no hemos estado garantizando. Y una cosa que le digo a muchas personas: darle derechos a los que no los tienen no significa quitárselos a los que ya lo tienen», explica por su parte Mariela Castro, directora del CENESEX y también diputada de la Asamblea Nacional (declaraciones contenidas también en el reportaje de TeleSUR).
Es importante destacar que el proceso de reforma constitucional no ha concluido. Una vez que el proyecto ha sido aprobado de forma unánime por los diputados se abre un proceso de «consulta popular», que se extenderá desde el 13 de agosto hasta el 15 de noviembre, tras lo cual el texto volverá a la Asamblea Nacional. Los activistas LGTB cubanos temen que durante este proceso se manifiesten con fuerza los grupos de presión homófobos, entre ellos las iglesias evangélicas, cuya penetración entre la población también se está produciendo en Cuba, y que ya se han comenzado a movilizar. La Liga Evangélica de Cuba, la Convención Bautista de Occidente, la Convención Bautista de Oriente, la Iglesia Metodista en Cuba y la Iglesia Evangélica Asamblea de Dios acordaron hace unas semanas una declaración conjunta contra el matrimonio igualitario en la que argumentan que la «ideología de género» no tiene relación alguna con la cultura cubana, «ni con los líderes históricos de la Revolución», ni con otros países comunistas como «la antigua Unión Soviética, China, Vietnam y menos aún Corea del Norte».
Cuba y los derechos LGTB: una historia dolorosa
Cuba ya era una sociedad fuertemente homófoba antes de la Revolución, por más que La Habana disfrutase de un cierto ambiente capaz de atraer a sus locales a homosexuales acomodados de los Estados Unidos. Fue en los años 30, de hecho, cuando se aprobó el Código de Defensa Social, que consideraba la práctica homosexual como «estado de peligrosidad», contemplando una serie de medidas represoras. Y no fue hasta 1979 que dicho Código se sustituyó por otro nuevo Código Penal que descriminalizaba como tal la homosexualidad, aunque persistía el delito de «escándalo público», que castigaba con cárcel a quien «acose a otro con requerimientos homosexuales» y «ofenda el pudor o las buenas costumbres con exhibiciones o actos obscenos». Un artículo que de hecho no sufrió cambios hasta 1997, cuando el delito de «escándalo público» fue sustituido por el de «ultraje sexual» y se eliminó la referencia explícita a la homosexualidad (sigue siendo un delito acosar a otra persona «con requerimientos sexuales»).
Si nos atenemos a estos hechos, la evolución de Cuba no puede considerarse muy distinta a la de otros países. Pero lo cierto es que tras el triunfo de la Revolución cubana, en 1959, la persecución de facto de homosexuales y transexuales se agravó considerablemente. A la homofobia preexistente, el nuevo régimen importó la muy negativa actitud hacia la homosexualidad del régimen soviético, vigente desde los tiempos de Stalin, y que a la muerte de este no se revirtió (el artículo Los judíos de Cuba, publicado en dosmanzanas en 2008, incidía precisamente en este aspecto). Y fue ahí cuando comenzó una época de persecución intensiva de todas aquellas personas que se desviaban de la sexualidad normativa, muchas de las cuales sufrieron internamiento en los infames los campos de trabajos forzados de la Cuba revolucionaria (las UMAP, «Unidades Militares de Apoyo a la Producción»). No faltó, en este sentido, el apoyo de la Psiquiatría oficial cubana a la hora de patologizar la homosexualidad y proporcionar argumentos «científicos» a la persecución, como bien documenta el ensayista Pedro Marqués de Armas en su libro Ciencia y poder en Cuba. Racismo, homofobia y Nación (1790-1970). Cómo no establecer en este punto paralelismos con la Psiquiatría del franquismo, a la que en su momento también aludimos.
Por supuesto, al empeño por imponer una moral revolucionaria, ajena a vicios burgueses (porque así fue considerada la homosexualidad durante décadas por buena parte de la izquierda) se unía además, como en cualquier régimen totalitario, el afán por librarse de disidentes políticos utilizando sus «inclinaciones». Disidentes (no conviene olvidar) muchos de los cuales acogieron con alborozo o incluso participaron en el triunfo de la Revolución.
El propio Fidel Castro, ya anciano, reconocía en 2010 su responsabilidad personal en lo que calificó como «gran injusticia». Fue en una entrevista concedida al diario mexicano La Jornada, que en su momento reprodujimos íntegramente por su interés. Castro, sin embargo, se disculpó a sí mismo por el hecho de estar centrado en «otros problemas» y no pidió perdón expreso. «Sí, fueron momentos de una gran injusticia, ¡una gran injusticia!, la haya hecho quien sea. Si la hicimos nosotros, nosotros… Estoy tratando de delimitar mi responsabilidad en todo eso porque, desde luego, personalmente, yo no tengo ese tipo de prejuicios», aseguró. Castro argumentó, según Carmen Lira, su entrevistadora, que la persecución a los homosexuales se fue produciendo «como una reacción espontánea en las filas revolucionarias, que venía de las tradiciones. En la Cuba anterior no sólo se discriminaba a los negros: también se discriminaba a las mujeres y, desde luego, a los homosexuales».
La época de la relajación y los avances, de la mano de Mariela Castro
No fue hasta el final de los años setenta, ochenta y sobre todo noventa que la persecución de la disidencia sexual se relajó, e incluso, con el paso del tiempo, comenzaron a producirse algunos avances en materia LGTB sobre los países de su entorno. El papel en este proceso de Mariela Castro ha sido determinante. Se impulsó, por ejemplo, la cirugía de reasignación de las personas trans a cargo del estado. En 2014, en lo que de cierto manera supuso un reconocimiento de estos avances, se celebraba en Cuba (y con gran apoyo institucional por parte del Gobierno), la VI Conferencia regional de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersexuales para América Latina y el Caribe (ILGALAC).
Pero ni siquiera para la hija de Raúl Castro el recorrido ha sido fácil. Sus intentos por promover en el pasado una legislación en favor de las parejas del mismo sexo han contado con importante oposición dentro del propio régimen, pese a que la propia Mariela insinuó que su padre estaría a favor. En enero de 2012, por ejemplo, se anunció una discusión sobre el tema que finalmente no tuvo lugar. Y en 2014 recogimos el que se consideró «primer no» en la historia de la Asamblea Nacional de Cuba, donde las leyes suelen ser aprobadas de forma unánime por polémica que resulte su discusión. La protagonista del histórico voto negativo no fue otra que Mariela Castro, opuesta a que la reforma del Código de Trabajo no recogiese expresamente sus demandas en materia de no discriminación de las personas transexuales y seropositivas (sí que recogió, por primera vez, la no discriminación por razones de orientación sexual).
A pesar de los avances, han seguido produciéndose denuncias en años recientes (según Mariela Castro, infundadas) de detenciones y arrestos de personas homosexuales, especialmente en lugares de encuentro (playas, parques o cines) así como de mujeres transexuales que ejercen la prostitución. También hemos conocido episodios de discriminación. Uno de los casos de los que nos hicimos eco fue la muerte de una mujer transexual mientras se encontraba detenida tras una redada, que comenzó a sentirse mal pero a la que los agentes no prestaron atención hasta que fue demasiado tarde. En paralelo han ido llegando noticias muy positivas, como la elección de la primera concejal transexual o la celebración desde hace pocos años de marchas (algunas de ellas críticas con el gobierno) que cada vez dan una mayor visibilidad al colectivo.
Evolución positiva en la que sin duda la aprobación del matrimonio igualitario sería un hito de gran importancia. Estaremos atentos a lo que sucede en próximos meses.