Rocío Sáiz (artista): «Me llaman potrillo, porque veo una puerta y la rompo con la cabeza»
Rocío Sáiz tiene 26 años y, además de ser la vocalista del sexteto madrileño Las Chillers, es gestora cultural, productora y promotora de varios festivales underground. Activista e inconformista, vive en Madrid, pero tiene raíces extremeñas y conquenses. «Tengo dos pinos en herencia», confiesa.
Conoció a sus compañeras de banda en una liga de fútbol y en el bar. ¿Eso cómo se come?
Yo soy una ‘paquete’, algunas son mucho mejor que yo. Yo he sido siempre del tercer tiempo. Pero era la más sociable y un día les dije que iba a montar un festival para gente sin talento y que por qué no montábamos un grupo. Y esto fue una locura colectiva.
Con su grupo toca temas de los noventa. ¿Qué otras cosas le ponen nostálgica?
Recuerdo la primera vez que fui a la T4 y que al ver esa cosa tan gigante, me puse a llorar. Por lo general, lo que tiene que ver con el avance del tiempo me genera un poco de frustración. Cada vez que me cambian la acera de mi casa, o me ponen un nuevo adoquín, lo paso fatal. Me da muchísima angustia.
Se considera una agitadora social. ¿Presume de altos vuelos?
Yo, en realidad, no me considero una agitadora de nada. Pero sí es verdad que siempre he sido muy cabezota. Me llaman potrillo, porque veo una puerta y la rompo con la cabeza. Soy de impulsos y emociones. Si veo algo que mi intuición me dice que puede funcionar, voy a muerte. Y, además, arrastro a todos los demás.
¿Y qué tendría que hacer yo para formar parte de ese chonismo ilustrado del que habla siempre?
Yo llamo así a tirar del folclore que siempre hemos tenido y a quitarnos los prejuicios. En España, cuando vivíamos en un sistema en el que no deberíamos haber vivido, la cultura intentaba tirar hacia adelante e intentaba dar voz al pueblo. Muchas cosas se tachan de antiguas, pero a mí me parecen muy buenas y creo que podemos aprender de ello.
Lo tiene clarísimo, por lo que veo.
Creo que hay que quitarse todas esas caretas y los prejuicios hacia todo eso que nos parece hortera, pero que nos hace disfrutar y bailar. Dejar de ponernos trabas para poder ser mucho más felices.
¿Qué es lo más trash que ha hecho en su vida?
Ir a Eurovisión a Oslo con un pase de prensa, el año del Algo pequeñito. Tenía veinte años y no me dejaban entrar en los garitos. Ahora se ha puesto de moda, ¡pero antes no iba nadie al festival!
Dice que los que pinchan hoy día no tienen ni idea de poner música. ¿Por qué le escuece tanto?
Yo nunca digo que soy dj, sino que pongo una canción detrás de otra. Y mira que ahora estoy aprendiendo un montón. Entiendo que a los compañeros djs que mezclan música y llevan años trabajando les moleste, pero en mi caso es algo más performativo que dj. Yo me subo a una tarima, canto, bailo y hacemos coreografías de nuestros propios temas.
Decidió hacer un festival para gente sin talento del mundo. ¿Tiene complejo de misionera?
Lo único que hice fue poner un soporte físico, en ese momento la sala Siroco, para que los sueños se cumplieran y la gente pudiera hacer realidad lo que tenía dentro de un cajón. De ahí salieron Las Chillers. Creo que hay gente muy brillante en el mundo, que necesita un empujoncito para ponerlo en marcha.
¿Sigue considerando a Chenoa uno de sus referentes políticos y feministas?
A Chenoa la machacaron en el momento de más vulnerabilidad de su vida, algo que el patriarcado utiliza para hacernos daño. Cualquier mujer se puede ver representada en ella. Cualquier señora que ha aguantado que su marido la discrimine por el hecho de ser mujer, la humille o la engañe incluso.
¿Algún vicio confesable?
No, porque se me vienen a la cabeza cosas sexuales, pero son fuertes y esto lo lee toda España. Bueno, quizás que llevo fatal que me cambien los planes…
¿Le parece bonito lo de ir por ahí enseñando las tetas y escandalizando al personal?
Ya ves [ríe].
¿No le ha costado un resfriado?
No. ¡Lo hago en todos los conciertos!
Saiz no lleva tilde.