El gobernador de Dar es-Salam (Tanzania) llama a la población a denunciar a los sospechosos de homosexualidad: «Pisotean los valores de nuestras dos religiones, cristiana y musulmana»
Preocupantes noticias las que llegan desde Tanzania, donde el comisionado de la ciudad portuaria de Dar es-Salam, la más populosa del país, ha redoblado su ofensiva contra el colectivo LGTB y ha pedido a la población que denuncie a todas aquellas personas sospechosas de ser homosexuales para que sean detenidas e investigadas por un «equipo especial» de las fuerzas de seguridad, en funcionamiento desde el lunes. A fecha del martes se habrían recibido más de 5.000 mensajes de denuncia y las autoridades de Dar es-Salaam contarían ya con más de 100 nombres en la lista.
Lo comentábamos en la última entrada que dedicamos al país africano: «Parece que las autoridades tanzanas, a imagen y semejanza de lo que viene sucediendo en otros países de la región, han decidido estigmatizar a sus ciudadanos LGTB y utilizarlos como cabezas de turco a quienes culpar de los problemas del país. Un escenario que nos hace temor lo peor». Lo peor ha llegado. Miles de tanzanos han comenzado a denunciar a sus conciudadanos homosexuales en lo que recuerda al inicio de un pogromo en toda regla. Todo ello tras el llamamiento del comisionado de Dar es-Salam (cargo equivalente al de gobernador), Paul Makonda: «He sido informado de la presencia de muchos homosexuales en nuestra provincia. Se jactan en redes sociales. Dadme sus nombres. Mi equipo especial comenzará a capturarlos a partir del lunes», ha justificado. «Espero críticas. Pero prefiero la ira de esos países que la de Dios. El comportamiento homosexual pisotea los valores morales de los tanzanos y nuestras dos religiones, la cristiana y la musulmana», ha añadido Makonda, de fe cristiana (aunque no hay datos oficiales, se estima que alrededor del 60% de la población tanzana es cristiana, frente a un 35% de musulmanes).
El llamamiento de Makonda no es más que la última abatida de la ola de homofobia de Estado en Tanzania, que está alcanzando cotas sin predecentes. Hace poco más de un año el entonces ministro de Interior, Mwigulu Nchemba, amenazó abiertamente con detener y juzgar a quienes defendiesen los derechos LGTB en el país africano. «Me gustaría recordar y advertir a todas las organizaciones e instituciones que hacen campaña y pretenden proteger los intereses homosexuales (…) que vamos a detener a cualquiera que esté involucrado y presentar cargos ante los tribunales», aseguraba. Días antes, el presidente John Magufuli se había referido con crudeza al papel de las ONG extranjeras, a quienes prometió combatir aunque eso significara la pérdida de ayudas internacionales.
Pero fue en el verano de 2016 cuando comenzó a tenerse noticia de la deriva LGTBfoba de las autoridades tanzanas, de la mano del mencionado Paul Makonda, que parece decidido a utilizar la homofobia de la población como instrumento para encumbrarse políticamente. El comisionado de Dar es-Salam anunciaba entonces una campaña de represión contra los homosexuales, lo que dio lugar a varias detenciones en locales de ambiente. Makonda también amenazó con detener a quienes siguieran en las redes sociales a hombres abiertamente homosexuales. En octubre de 2017 se tuvo noticia de la detención de doce hombres en un hotel.
Homofobia de Estado
El Código Penal tanzano castiga las relaciones «contra el orden de la naturaleza», entre las que se incluyen la zoofilia o la sodomía, con penas de cárcel que pueden llegar hasta la cadena perpetua. La «grave indecencia» entre varones puede ser penada con cinco años de prisión. Las relaciones lésbicas, en cambio, solo están explícitamente castigadas en la región insular de Zanzíbar, con penas de hasta cinco años de cárcel que pueden sustituirse por una multa de hasta 500.000 chelines (210 euros, 230 dólares). Sin embargo, en diciembre pasado nos llegaba la noticia de la primera detención de una mujer en el interior del país tras hacerse viral un vídeo en el que besaba y regalaba un anillo a otra mujer. Una detención que claramente apuntaba a que las autoridades tanzanas han apostado por hacer una interpretación más extensiva y menos garantista de la legislación homófoba, que apenas se aplicaba hace unos pocos años.
La ofensiva se ha extendido incluso al ámbito sanitario: el Ministerio de Sanidad comunicaba, también en el verano de 2016, la prohibición de la importación y venta de lubricantes sexuales, argumentando que fomentaban las relaciones entre varones y la propagación del VIH. Y hace dos años el entonces viceministro de Sanidad, Hamisi Kigwangala, emitía un comunicado en el que aseguraba que el Gobierno protegería los valores tradicionales de la sociedad tanzana, argumentando que «no puedo negar la presencia de personas LGTBI en nuestro país y el riesgo que presentan para la propagación del VIH/sida». Con ese propósito, a principios de 2017, Kigwangala ordenaba la detención de varios ciudadanos tanzanos, acusándoles de «promover la homosexualidad» a través de las redes sociales.
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Flick
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