De la hija de Nacho Vidal a la realidad de tantos niños y niñas trans: críticas del libro «Mi nombre es Violeta» y el documental «Me llamo Violeta»
Cuando Nacho Vidal hizo público que tenía una hija trans que ya no se llamaba Nacho sino Violeta, las redes sociales se llenaron de comentarios que veían la noticia como un castigo divino al famoso actor porno. Dejando de lado que su profesión es tan digna como cualquier otra, esta respuesta popular confirmó cuánto quedaba (y queda) por hacer en el campo de la identidad trans infantil, un tema que irónicamente fue un tabú hasta la propagación del repugnante autobús tránsfobo de Hazte Oír. Hace unos meses vio la luz la novela Mi nombre es Violeta y ahora lo ha hecho el documental Me llamo Violeta, dos obras muy diferentes inspiradas por la realidad de la hija de Nacho Vidal con la también estrella del porno Franceska Jaimes.
Mi nombre es Violeta (2018) es una novela juvenil escrita por Santi Anaya con la historia real de la hija de Nacho Vidal como inspiración, pero no deja de ser una historia de ficción. En ella, la adolescente Violeta narra en primera persona su llegada a un nuevo instituto donde por fin podrá ser ella misma gracias a que nadie conoce ese pasado en el que la llamaban Nacho. El cambio se agudiza cuando la chica se enamora por primera vez de un chico perfecto en todos los aspectos salvo por el hecho de que probablemente nunca la aceptará del todo. «Si no te quiere como eres, no vale la pena», le dicen una y otra vez sus padres, inspirados en los mentados Nacho y Franceska. Estamos ante una obra muy entretenida que puede hacer mucho bien tanto entre los lectores más jóvenes de la casa como entre todas esas personas que arrastran transfobia, que podrán quizá por primera vez ponerse en el lugar de una adolescente trans. Vale, es un libro muy sencillo que no sacia la curiosidad de quienes quieran conocer la historia real que la ha inspirado (entre otros motivos, porque su protagonista tiene 14 años y la verdadera Violeta sólo tenía 9 cuando se publicó), pero cumple su loable cometido.
Por su parte, Me llamo Violeta (2019) es un documental que aprovecha la historia real que nos ocupa para ofrecer un mosaico de la aún muy desconocida realidad de los niños y niñas trans en España. En esta ocasión los protagonistas sí son la verdadera Violeta y sus padres, todos ellos muy valientes, pero el foco no se pone sólo en ellos, sino que, como sucedía con The Best Day of My Life (2018) [crítica], el protagonismo es coral, lo que permite, entre otras cosas, conocer también la historia de un chico trans. Eso supone que no se llegue a profundizar en la vida de la familia de Nacho Vidal, pero sí se logra que lo que podría quedarse en una mera representación de un caso aislado nos recuerde que los infantes trans han llegado para quedarse, y que cada vez hay más gente dispuesta a luchar por que tengan la vida feliz que siempre se les negó en el pasado. El testimonio de Carla Antonelli, única mujer trans que hasta la fecha ha logrado ser diputada de la Asamblea de Madrid, es ejemplo de ello. Los codirectores David Fernández de Castro y Marc Parramon sólo se quedan en la superficie de tan compleja cuestión, pero sus pinceladas son más que suficientes para impulsar a los espectadores a seguir informándose sobre ella. Y el final, cuando por fin desaparecen las máscaras, es desborda sincera emoción.
En cualquier caso, si algo emociona de las dos obras que nos ocupan, es la entrega de Nacho Vidal, quien admite que le costó bastante aceptar la realidad de su hija, por culpa de la falta de educación pero es ahora uno de los grandes aliados de la comunidad trans de nuestro país. Bravo por él, bravo por Violeta y bravo por estas dos pequeñas obras que tanto bien pueden hacer a quienes más las necesitan.
me imagino que en EEUU el documental será sobre el hijo/la hija de Jolie-Pitt, y que cada país tendrá el suyo propio.
todo ideado y financiado por Soros and company.