Siempre hubo mujeres que amaron a otras mujeres: crítica de «Señoras que se empotraron hace mucho» y entrevista a Cristina Domenech
La historia, al menos la historia de occidente, es blanca, cishetero y masculina. Así se nos ha contado siempre, marginándose de forma reiterada a quienes nunca encajaron dentro de una norma que es estúpida por naturaleza. Durante los últimos años, por suerte, muchos (y muchas, y muches) han tratado de cambiar eso, pero, nos guste o no, el imaginario colectivo sigue contaminado. La obra a la que me dedico hoy, la genial novela Señoras que se empotraron hace mucho, de Cristina Domenech, merece toda nuestra atención por prestársela ella misma a quienes nunca la recibieron: mujeres que, tiempo antes de que hubiera siquiera nombre para ello, amaron, o sencillamente desearon, a otras mujeres.
Nacida en Málaga en 1987, Cristina Domenech creció, como tantos integrantes de la comunidad LGTB, en un mundo donde las personas como ella no parecían existir. Ávida de referentes, investigó minuciosamente en busca de historias de amor y deseo entre mujeres y, para su sorpresa, confirmó que siempre habían estado ahí sin que nadie se las contara. Un día decidió compartir sus hallazgos en Twitter y en cuanto se quiso dar cuenta tenía miles de seguidores pidiéndole más. Genialmente editado por Plan B, Señoras que se empotraron hace mucho es tanto una recopilación de esas historias como una profundización en ellas, desde la aventurera Mademoiselle de Maupin (1670-1707) hasta la reivindicativa Frieda Belinfante (1904-1995), sin dejar nunca de ser fiel a las fuentes históricas aun cuando estas son a menudo frustrantes a raíz del empeño por esconderlas. Estamos por tanto ante una colección de relatos de inmenso valor documental, pero, por si eso no fuera suficientemente atractivo, todos y cada uno de ellos, por trágicos que sean, están narrados desde un humor absolutamente genial que logra ser reivindicativo y punzante sin faltar al respeto a nadie. Este ¿ensayo? es, de hecho, y tal y como promete el título, el libro más divertido del año.
Único en su especie, Señoras que se empotraron hace mucho es un libro que podría y debería entretener y fascinar a cualquier lector, sea cual sea su edad, género o identidad sexual, si bien está justamente dirigido a todas esas mujeres que, atreviéndose a amar a otras mujeres en un mundo todavía machista y lesbófobo, encontrarán en sus páginas un valioso recordatorio de que no sólo no son en absoluto las primeras en hacerlo sino que sus antepasadas fueron en muchos casos valientes, carismáticas y poseedoras de una existencia mucho menos trágica de lo que, casi como advertencia, parece quererse hacernos creer. Amar a quien quieras amar es posible y, de hecho, siempre lo fue.
A continuación os dejo con mi entrevista a Cristina Domenech, autora de Señoras que se empotraron hace mucho, a quien debemos tanto la investigación que hay detrás de sus páginas como el humor que las puebla.
¿Cuándo y cómo llegaron a tu vida estas señoras que se empotraron hace mucho?
Hace unos quince años, cuando era adolescente, empecé a preguntarme por qué nunca me habían hablado de una mujer lesbiana o bisexual en la historia. Empecé a investigar y no he podido parar desde entonces, es algo que he hecho para mí misma muchísimos años porque me apasiona. Sinceramente, no pensaba que el tema pudiese interesar a mucha gente, pero a principios del año pasado conté una de las historias más curiosas que conocía en Twitter y la reacción fue instantánea. Desde entonces he seguido contando historias y dando toda la visibilidad posible a estas mujeres de las que no deberíamos olvidarnos. Y es que, aunque afortunadamente ahora las cosas están cambiando, durante muchos siglos la historia fue masculina, heterosexual y blanca, y la inercia de toda esa historia selectiva todavía nos arrastra más de lo que pensamos.
¿Cuál ha sido la clave a la hora de seleccionar a las protagonistas del libro?
Es un tema que me costó mucho decidir, pero al final hice lo que más me pedían los lectores: una recopilación de todas las historias que había contado en Twitter, pero con más detalles y datos, redactadas de forma más extensa. Eso sí, no pude resistirme a incluir algunos nombres nuevos, sobre todo en los siglos más tempranos, que en comparación con el XIX y el XX siempre se quedan un poco huérfanos.
De todas ellas, ¿a cuál admiras más y por qué?
La verdad es que es muy difícil elegir solamente a una cuando tantas son dignas de admirar. Lo que sí puedo decir es que una de las que siento más cercanas es Anne Lister, porque he pasado mucho tiempo descodificando y leyendo sus diarios (que están escritos parcialmente en código) y leer los pensamientos privados de una persona a lo largo de tantos años es una experiencia increíblemente íntima. Lister era una mujer excepcional que vivió a principios del siglo XIX y se negó a doblegarse a las normas de conductas femeninas: vestía como quería, estudiaba por su cuenta (anatomía, idiomas, geografía y una larguísima lista de disciplinas que se consideraban inapropiadas para mujeres), viajó por toda Europa y en 1834 se casó (con un poquito de subterfugio) con la mujer que consideró su esposa durante el resto de su vida.
¿Qué señoras te has visto forzada a dejar fuera y por qué?
¡Muchísimas, tengo señoras para tres o cuatro libros más! Como ya he comentado, intenté ceñirme a recopilar y expandir las historias de las que ya había hablado en redes sociales. No queríamos que fuese un libro excesivamente largo, así que muchísimas se quedaron fuera. Una de las que más me costó descartar fue a la victoriana Mary Benson, que se prometió con doce años y tuvo una vida ejemplar hasta quedarse viuda, cuando empezó a vivir como siempre había querido y a buscar compañía femenina. Para entonces ya había tenido cuatro hijos y dos hijas… de los cuales un increíble total de cero resultaron ser heterosexuales.
¿Cómo fue el proceso de documentación? ¿Hay fuentes para todos los detalles del libro o tuviste que imaginar un poco?
El proceso de documentación sucedió en gran parte en los muchos años que he estado investigando por mi cuenta, sin saber que esto acabaría en redes o en un libro. Durante la redacción del libro tuve que consultar y confirmar muchísimos detalles, obviamente, pero conozco bien las fuentes, así que fue lento pero indoloro. ¡Y por supuesto que hay fuentes para todos los detalles de libro! Creo que precisamente el valor de estas historias es que son históricas, no ficción, y que nos dan una visión del pasado que a veces nos sorprende porque desafía lo que esperamos de mujeres de otras épocas.
¿Por qué optar por el humor a la hora de retratar estas historias y hacérnoslas llegar, en muchos casos, por primera vez?
Porque creo que la divulgación tiene que ser rigurosa en contenido pero no necesita ser excesivamente académica en sus formas. Yo trabajo investigando y dando clases a nivel universitario y comprendo y aprecio la importancia de las tradiciones académicas, pero también comprendo que quizás una chica de quince años que busca referentes en la historia no quiere leerse un libro de ensayos de trescientas páginas para encontrarlos, sobre todo cuando una chica de su misma edad heterosexual crece rodeada de referentes e historias similares a la suya desde que nace. Prácticamente todas mis fuentes vienen de libros que no suelen salir del ámbito académico y creo que es una lástima, porque la verdadera fuerza de las Humanidades (las lenguas, la historia, la literatura) es que lleguen a todo el mundo. El humor no deja de ser un vehículo para que el contenido sea más cercano y más accesible.
Y ese humor tan característico, ¿te sale solo conforme narras o lo trabajas una vez tienes el capítulo formado?
Me sale solo cuando cuento historias (a veces hasta tengo que rebajarlo un poco) y el proceso suele ser a la inversa. Primero escribo un borrador con la forma general y el humor sale solo, porque muchas de estas historias tienen momentos absurdos y extravagantes que me llevan a ese tono fácilmente. Es después cuando trabajo los detalles y compruebo que ningún dato se haya traspapelado.
Hace poco, tanto Colette como Elisa y Marcela han contado con sus propias películas, ¿qué te pareció la representación? ¿Qué otras señoras del libro ves protagonizando una película próximamente?
Colette (Wash Westmoreland, 2018) me gustó bastante, aunque soy consciente de que eligieron los años menos controvertidos de su vida desde un punto de vista contemporáneo, que es un poco hacer trampas porque creo que las facetas terribles de los personajes históricos son tan interesantes como las admirables. Siento decir que Elisa y Marcela (Isabel Coixet, 2019) me decepcionó mucho. Inventaron y cambiaron muchos datos de bastante peso para añadir drama y tragedia innecesarios a una historia increíble y con tanta fuerza que se cuenta sola. Hace poco también tuvimos serie de la vida de Anne Lister, Gentleman Jack, (Sally Wainwright, 2019) a la que tengo que hacerle una mención especial por lo rigurosa que es históricamente, lo que no le ha restado nada de entretenimiento. ¿Y qué señora veo protagonizando una película próximamente…? Sinceramente, llevo años deseando que caiga una película de las andanzas salvajes de Mademoiselle de Maupin y no pierdo la esperanza. Sé que hay un par que utilizan su nombre, pero no tienen nada que ver con su historia y no se acercan ni de lejos al desfase estratosférico que fue su vida.
El libro concluye a principios del siglo XX con el capítulo de Frieda Belinfante y no tiene conclusión, ¿ves posibilidad de una secuela con Virginia Woolf, Frida Kahlo y compañía?
Veo posibilidad de una secuela, por supuesto, porque quedan muchísimas historias por contar a las que llegaré poco a poco (sea a través de libro o de redes sociales). Tengo que confesar que Woolf y Kahlo están entre las que menos prisa me corren, porque tiendo a preferir a las desconocidas, a las que es muy difícil acceder, a las que se nos han perdido por el camino… pero todas tendrán su historia mientras haya gente que quiera leerlas, las conocidas y las desconocidas. Es pronto para decir si será en formato libro, pero yo desde luego estoy más que dispuesta.