Jordi Ballart (político): «Si nos saliera un Ballart de Esquerra, lo seguiríamos queriendo locamente»
Jordi Ballart tiene 40 años. Es catalán y politólogo. Empezó muy joven en la política y fue alcalde de Terrassa por el PSC hasta que, en noviembre de 2017, dimitió del cargo. Ahora, vuelve a ser alcalde de ese municipio con su propio partido, Tot per Terrassa. Abiertamente gay, tiene pareja y tres hijos adoptados. Aficionado a la música, estudió música y violín en el conservatorio de su ciudad.
Con dieciséis años ya estaba metido en las Juventudes Socialistas de Cataluña. ¿No le han quedado secuelas?
No, ¡para nada! Fue una época muy bonita. En las juventudes del PSC me encontré con muchas personas que compartían mis valores y modelos de sociedad. No cambiaría nada de lo vivido.
Pero sí que dejó la militancia socialista porque se enfurruñó con sus compis. ¿Tiene tan mal pronto para todo?
[Risas]. Soy persona de carácter y un poco tozudo. En este caso, no me enfadé con los compañeros sino con el partido en general. Ya no me identificaba en nada de lo que hacían.
¿Es cierto que se hizo ‘tortillero’ por Alaska?
La coña de la tortilla empezó con un concierto de Fangoria en la Fiesta Mayor de 2013, mi primera como alcalde. Me comentaron que, en el contrato, Alaska pedía una tortilla de patatas casera. Me sorprendió mucho porque, normalmente, los artistas piden botellas de alcohol. Y dije ‘pues le cocino en mi casa y se la llevo’. Le hizo mucha gracia y, a partir de este episodio, los vecinos me pedían por las redes que hiciera tortillas de diferente tipo.
¿Y no cree que lo de hacer tortillas en casa de los vecinos es una forma demasiado folclórica de ganárselos?
Me di cuenta de que la tortilla sirve para unir a personas muy diferentes alrededor de una mesa. En Cataluña, en este momento, hacen falta muchos momentos tortilla. Son tortillas para la convivencia y el diálogo. Y el espíritu de las tortillas nos inspiró a hacer el nuevo proyecto político de Tot per Terrassa.
Pero la tortilla, ¿con o sin cebolla?
Con cebolla, siempre. Me encanta la cebolla.
Seguro que le gusta porque no la tiene que trocear usted…
¡Ja, ja! Me encanta también trocearla y llorar un rato. La cocina, en general, me vuelve loco.
¿Qué cosas le salen malamente?
Las croquetas, por ejemplo. No hay manera. Se rompen, deforman, queman… ¡fatal!
¿Liga más desde que es alcalde?
Mucho menos que antes. Pero tampoco lo necesito ahora mismo.
Cierto. ¿Qué harían en la familia si les saliera un Ballart de Esquerra?
El cargo da una distancia, que en realidad es irreal, al menos en mi caso. Lo seguiríamos queriendo locamente, como ahora. Y estaríamos muy contentos de que tenga criterio propio. Los debates en casa serían geniales.
¿Pedro Sánchez o Pablo Iglesias?
¡Íñigo Errejón! [risas]. Pero entre Pedro y Pablo, me quedo con Pablo.
¿Contrataría como abogado a Albert Rivera?
Sería difícil que lo contratara. No me inspira mucha confianza.
¿Rosalía o Madonna?
Madonna. Es la reina del pop, sin duda.
Hablando de música, oí que le gusta tocar el violín. ¿A Quim Torra qué pieza le tocaría?
No me inspira mucho en este sentido. No me transmite demasiado. Quizá alguna pieza barroca. O una sardana, para se ponga a bailarla, que le gusta mucho. Va, venga, le tocaría La Santa Espina.