Rodrigo Cuevas (artista multidisciplinar): «Solo soy vago para lo monárquico»
Rodrigo Cuevas es asturiano y artista multidisciplinar. Se define como un agitador folclórico y, después de pasar trece años estudiando piano y tuba en el conservatorio de Oviedo y Barcelona, decidió poner en pie ‘Electrocuplé’, un curioso espectáculo que fusionaba cabaret, copla, burlesque y canción tradicional asturiana, y que le serviría para pasar del underground a la corriente principal. Hace apenas unos meses vio la luz su último trabajo, un disco titulado ‘Manual de cortejo’ donde vuelve a mezclar tradición con sonidos contemporáneos. Rodrigo asegura llevarse bien con los diecinueve vecinos del pueblo asturiano en el que reside actualmente: «Es gente muy maja la que me rodea por aquí, estoy muy contento».
¿Qué disoluciones prepara un agitador folclórico?
Un agitador folclórico debe trabajar mucho la brujería y las mezclas espirituosas, así que lo que me gusta es mucha pandereta, mucha electrónica y mucho orujo de hierbas.
Su primer álbum contiene canciones tradicionales asturianas, gallegas, unos fandangos de Albacete y hasta una copla. ¿Le da a todo usted?
[Risas]. Pues le doy a bastante, sí. En mi faceta de DJ me llamo a veces DJ Volantazu, así que imagínate cómo es la historia de mi vida y de mis gustos y preferencias.
¿De pequeño ya era el guasón de la clase?
¡Qué va! Nunca fui ni me consideré una persona graciosa, y siempre admiré a la gente graciosa. Cuando me di cuenta que desde el escenario podía hacer reír, aquello para mí fue un subidón increíble.
Su disco reivindica las formas de ligar del pasado. ¿Qué tal se le da a usted el cortejo en los tiempos del Grindr?
Pues mal. No soporto la falta de poética. Creo que el cortejo debe tener pluma, fanfarria, cariño y entrega. En el Grindr no hay nada de eso, salvo excepciones.
¿Practica más la abstinencia ahora entonces?
Ja, ja, ja. ¡Nooo! Eso no se debe hacer.
Veo que le preocupa el abandono del pueblo. ¿Hará otro manual para darle solución al asunto?
Estaría muy bien, la verdad, pero para eso necesitamos mucho esfuerzo colectivo. No solo con la poesía vamos a poder solucionarlo, aunque ayuda.
También le quita el sueño que el asturiano y el gallego estén en peligro de desaparición.
Cierto. Y el aragonés. Y tantas otras lenguas y culturas que desaparecen, y con ellas desaparece toda una forma de interpretar el mundo.
Dice que la época más feliz de su vida fue cuando tuvo una granja en un pueblo de Pontevedra. ¿Eso cómo se come?
Pues porque era una vida idílica, tenía todo lo que necesitaba y no necesitaba nada más que lo que tenía. Eso es la felicidad, ¿no?
¿En qué momento cambió las ovejas por la tecnocopla?
Un desamor muy grande me llevó a escribir sobre el desamor y el abandono, y se me ocurrió lo que sería después ‘la dolorosa compañía’, un dúo de tecnocopla y verbena psicodélica inspirado en el dolor.
¿A Adrián Barbón lo ve más de cabaret electrónico o de muñeira?
Yo creo que ye más de jota’l centru o saltón.
En una actuación en Trevías una señora enorme corrió hacia usted para decirle que la tenía muy pequeña. ¿Ha superado ya aquel trauma?
Nunca lo superaré, pero se me había olvidado ya… Gracias por recordarlo.
«Si la Reina me invitara a dar un recita en La Zarzuela, le diría que viniera ella a mi casa». ¿Es igual de vago para todo?
No, solo para lo monárquico.