Un brote de coronavirus en una zona de ambiente gay de Seúl despierta la homofobia y el miedo al «outing» en Corea del Sur
Un brote de coronavirus ha puesto a la ciudadanía LGTBI surcoreana en el punto de mira. Las autoridades sanitarias han detectado treinta casos con posible origen en una zona de ambiente gay de Seúl, por lo que han procedido al cierre de tres discotecas. El sistema de rastreo de contactos está buscando a más de 3.000 personas, muchas de las cuales son reacias a testarse por temor a que su orientación sexual quede al descubierto. Como parte de su estrategia contra el virus, el Gobierno de Corea del Sur hace públicos los movimientos y algunos datos personales de los contagiados de COVID-19, una información que han utilizado varios medios para exponer nombres y direcciones de afectados por este brote. La comunidad LGBTI teme una caza de brujas alentada entre otros por la creciente influencia de las iglesias evangélicas, que espolean la homofobia social.
La expansión de la enfermedad por el coronavirus SARS-CoV-2 ha dado alas a la búsqueda de cabezas de turco entre algunos colectivos. Ahora le ha tocado el turno a la comunidad LGTBI surcoreana. El origen de esta situación está en un brote cuyo origen se atribuye a una zona de ambiente gay de Seúl. El viernes pasado, las autoridades procedieron al cierre de tres discotecas, King, Queen y Trunk, localizadas en el barrio de ocio nocturno conocido como «Homo Hill». Se confirmaron unos treinta casos ligados a este distrito. Los equipos de rastreo de los infectados está buscando aún a más de 3.000 personas que pueden haber estado en contacto con el virus.
La estrategia del Gobierno surcoreano contra la COVID-19, que ha recibido los parabienes de la comunidad internacional por atajar la expansión de la enfermedad, tiene un coste: la difusión de datos personales y de movimientos de los contagiados, que permiten su identificación con poco esfuerzo. Entre ellos, la edad, nacionalidad y barrio de residencia, así como los pagos realizados con tarjetas de crédito en establecimientos. Con estas premisas, la comunidad LGTBI es especialmente vulnerable en este rebrote. Aunque puede conllevar una multa de hasta dos millones de wones (unos 1.500 euros), muchos de los afectados son reacios a hacerse la prueba por temor a que queden expuestas sus visitas a bares de ambiente gay, revelando su orientación sexual.
Un «outing» que han alentado algunos medios y páginas web ligadas a las iglesias evangélicas, en auge en el país y muy hostiles con el colectivo. Se han llegado a hacer públicos incluso nombres y lugares de trabajo de afectados, exponiéndolos a una situación de gran inseguridad en su entorno laboral y familiar. La campaña homófoba cobró fuerza tras publicarse que uno de los pacientes que han dado positivo por coronavirus había visitado una sauna gay. Los activistas temen que la sociedad se vuelva contra la comunidad, de forma similar a como ocurrió durante los primeros años de la epidemia de VIH/sida.
El daño está hecho y puede crecer más aún, aunque el primer ministro Chung Sye-kyun ha intentado rebajar la crispación afirmando que «no ayuda» a la lucha contra la pandemia señalar como culpables a determinados colectivos. La situación pone de nuevo de manifiesto la vulnerabilidad en la que quedan muchas personas LGTBI en esta crisis sanitaria global. También aviva el debate sobre hasta qué punto es legítimo sacrificar el derecho a la intimidad y a la vida privada en aras de la lucha para frenar la expansión del virus y qué medidas deben tomar los Gobiernos en este contexto para proteger a los colectivos más susceptibles a la discriminación y la estigmatización social.