El príncipe de Liechtenstein se pronuncia en contra de la adopción homoparental
El príncipe de Liechtenstein vuelve a hacer exhibición de su homofobia. Hans-Adam II, que como jefe de Estado disfruta de amplios poderes ejecutivos que ha delegado en su hijo, ha expresado su rechazo a que las parejas del mismo sexo puedan adoptar menores. Sus declaraciones se producen cuando empieza a abrirse un tímido debate sobre la apertura del matrimonio a las parejas del mismo sexo en el microestado alpino. El soberano de Liechtenstein no se opone, pero cree que los menores deben crecer en una «familia normal». «No está exento de problemas que dos homosexuales adopten niños», opinó.
Las elecciones del pasado 7 de febrero en Liechtenstein abrieron la puerta a una posible mayoría a favor del matrimonio igualitario, que por ahora no está permitido. Preguntado a este respecto por la radio pública del país, Hans-Adam II aseguró que no se opondría si se cumple una condición: la prohibición de la adopción para las parejas casadas del mismo sexo. «En principio no tengo nada en contra», aseguró el príncipe, «siempre que a los matrimonios homosexuales no se les dé el derecho a adoptar niños». Añadió que, en su opinión, los menores tienen derecho a crecer en «familias normales» porque «no está exento de problemas que dos homosexuales adopten niños».
Si el Parlamento llegara a aprobar una ley de matrimonio igualitario con equiparación de todos los derechos, el príncipe da por hecho que su hijo y heredero Alois ejercería su poder de veto. Hans-Adam II le delegó sus poderes en 2004. El soberano de Liechtenstein ostenta, a diferencia de otras monarquías europeas, amplios poderes ejecutivos como el nombramiento de jueces, el cese de ministros, el veto a leyes aprobadas por el Parlamento o la convocatoria de referendos.
Las declaraciones homófobas de Hans-Adam II, vinculando de manera sutil la homosexualidad con la pederastia, no constituyen por desgracia ninguna novedad. Hace cinco años, el jefe del Estado del país alpino ya mostraba su posición favorable al veto a la adopción homoparental. «Creo que debemos mantenerla», manifestaba en 2016. «Si yo me imagino que dos hombres homosexuales adoptan un muchacho —quizás incluso de países en vías de desarrollo—, entonces hay que decir efectivamente que si lo permitimos sería una irresponsabilidad», añadía, distinguiendo también entre «familias normales» y las demás. El príncipe se mostraba incluso partidario de ignorar una posible sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que obligara al Estado a reconocer la adopción homoparental.
Liechtenstein: un microestado rezagado en materia de igualdad LGTBI
De manera similar a otros microestados, Liechtenstein le va a la zaga a la mayoría de los países de Europa occidental en el reconocimiento de los derechos LGTBI. En el principado alpino, las decisiones parlamentarias suelen basarse en el acuerdo entre los dos grandes partidos, ambos de carácter conservador. Esto sin duda influyó en que hasta 1989 las relaciones homosexuales estuvieran prohibidas, y que sólo en 2001 fueran equiparadas las edades de consentimiento para relaciones homo y heterosexuales.
No obstante, los cambios sociales han ido llegando también este país. En 2011, hubo un apoyo masivo en referéndum a las uniones civiles entre parejas del mismo sexo. Dicha ley había sido aprobada en marzo de ese año por unanimidad de las fuerzas políticas representadas en el Parlamento del Principado de Liechtenstein, y concedía a las parejas del mismo sexo derechos similares a los de los matrimonios heterosexuales en terrenos como la herencia, seguridad social y pensiones de jubilación, normativa de inmigración y naturalización, así como en el terreno fiscal. Quedaban fuera de la regulación tanto la adopción como el acceso a los procedimientos de reproducción asistida.
Esta ley fue desafiada en referéndum por Vox Populi, una organización constituida al efecto. La convocatoria fue recibida con alegría por Credo, organización católica que había encarnado la oposición a la ley pero que se había mostrado reacia a la idea de promover por sí misma un referéndum. Cuatro años antes, en 2007, el arzobispo de Vaduz, Wolfgang Haas, había declarado que «la homosexualidad es un pecado grave» y que «el reconocimiento de un pecado es un escándalo». Sin embargo, el referéndum fracasó, y el principado de Liechtenstein adoptó la norma que reconocía por primera vez las relaciones entre personas del mismo sexo.