‘Y Leo Classen habló’, o el testimonio más antiguo conocido escrito por un superviviente homosexual de un campo de concentración nazi
Entre los años 1954 y 1955, el médico Leo Classen publicó una serie de artículos en la revista Humanitas en los que relataba su paso por el campo de concentración de Sachsenhausen-Oranienburg, donde ingresó a los 35 años. Estos textos suponen el testimonio más antiguo conocido escrito por un superviviente homosexual de un campo de concentración nazi. Tras una larga investigación, el editor Carlos Valdivia decidió hace poco rescatar del olvido (y traducir) siete textos escritos por Classen de la mencionada revista, inéditos hasta la fecha tanto en alemán como en español, y reunirlos en un curiosísimo ensayo que lleva por título Y Leo Classen habló y acaba de ser publicado por Editorial Egales.
«El pan y la muerte fueron dos de los pilares de nuestra existencia allí. No teníamos nada más a lo que agarrarnos», llegaría a confesar en alguno de ellos Classen, que llevó consigo un diario desde 1939 hasta 1945 y (como el resto de homosexuales que le acompañaban en aquel campo de concentración) recibió abusos y tortura tanto por los oficiales nazis como por sus propios compañeros. Su testimonio se une a los únicos tres que han trascendido hasta la fecha: el de Josef Kohout (1972), el de Pierre Seel (1994) y el de Rudolf Brazda (2010). Por tanto, el de Classen es el más antiguo en el tiempo, lo que aporta matices y un significado distinto al de los otros tres, más orientados hacia la entrevista y la autobiografía.
Dosmanzanas ha charlado con el autor de este ensayo, Carlos Valdivia.
¿Cómo lograste dar con los textos originales (que se encontraban olvidados en una biblioteca de Hamburgo), y por qué crees que era necesario que un libro así viera la luz?
Afortunadamente, Alemania cuenta con un estupendo servicio de archivos y biblioteca, que me permitió dar con los textos en apenas unos emails. Cuesta creer que unos textos tan importantes estuvieran al alcance de la mano y que nadie antes hubiera intentado obtenerlos. Sin duda, son unos textos que arrojan luz sobre las vivencias del colectivo homosexual de uno de los períodos más oscuros de la Historia.
En líneas generales, ¿en qué se diferenciaba el trato que recibían los homosexuales, con respecto al resto de presos en los campos de concentración alemanes?
Los presos homosexuales conformaban el escalafón más bajo de la pirámide de prisioneros de los campos de concentración. Recibían menos comida, más trabajo y eran destinados a compañías de castigo que buscaban exterminar a los prisioneros del triángulo rosa. Casi todos los testimonios coinciden en señalar que las tropas nazis no dudaban en que si alguien debía morir primero, esos eran los hombres homosexuales.
¿Qué es lo que más te espantó o llamó la atención a ti de todo lo que has ido descubriendo durante tu investigación?
Al comenzar a leer y traducir los textos de Leo Classen, me impactó el tono poético que utilizaba. Me sorprendió que alguien que había pasado por el infierno pudiera hablar de ello así. Además, los fragmentos en los que se narran torturas específicas son especialmente duros. Lamentablemente, cada día estamos más insensibilizados a la violencia y torturas que sufre el colectivo (como el reciente caso de dos hombres que acaban de ser fustigados en Indonesia).
En uno de los artículos, titulado La corona de espinas, Classen narra cómo, «junto con otros 300 triángulos rosas», se le convoca y destina a la compañía disciplinaria encargada de trabajar en la fábrica de ladrillos. ¿En qué consistía su labor y qué se escondía realmente detrás de aquello?
Esta compañía debía llenar vagones con arcilla y empujarlos ladera arriba hasta la fábrica de ladrillos. Era un trabajo extremadamente duro (se hacía nevara, lloviera o hiciera un sol abrasador), que acababa con varias muertes diarias.
¿Por qué resulta tan difícil concretar una cifra aproximada de homosexuales que fueron recluidos o asesinados en campos de concentración durante el nazismo, y qué sabemos hoy día al respecto?
Aún a día de hoy la cifra oscila entre 15.000 presos y 1.000.000. Esto se debe, en primer lugar, a que muchos documentos de registro fueron destruidos antes de las correspondientes liberaciones de cada campo. En segundo lugar, muchos presos homosexuales llevaban en ocasiones otros triángulos (rojos para presos políticos, verdes para criminales…). En tercer lugar, otros tantos fueron enviados al frente y murieron en la guerra sin dejar rastro. Y, por último, es difícil de contabilizar los presos homosexuales que fueron víctimas de los experimentos médicos y torturas de algunos científicos del régimen nazi.