Fallece a los 78 años la artista italiana Raffaella Carrà, mujer progay y todo un símbolo de libertad
«Nada es eterno… excepto la Carrà», solían decir a menudo en Italia. Por desgracia, la Carrà —como se conoce en su país de origen a la actriz, cantante y presentadora— falleció el pasado lunes en su casa de Roma a los 78 años de edad. «Se fue a un mundo mejor, donde su humanidad, su inconfundible risa y su extraordinario talento brillarán para siempre», anunció públicamente su expareja el bailarín Sergio Japino. Con la muerte de Carrà —mujer progay que siempre se declaró de izquierdas y ha sido todo un símbolo de la libertad—, el mundo del espectáculo pierde a una de las artistas más carismáticas y queridas por el público español e italiano.
Raffaella Carrà, que nació en Bolonia y se crio con su abuela Andreina, soñó desde niña con convertirse en coreógrafa. Comenzó a recibir clases de danza clásica a los tres años, y a los ocho se mudó a la ciudad de Roma para aprender baile en la Accademia Nazionale di Danza. Varios años después, la directora de aquel prestigioso centro le dijo que tenía los tobillos demasiado pequeños y que eso le dificultaría el llegar a convertirse en una buena coreógrafa. Aquellas palabras la desanimaron bastante y la empujaron a cambiar de disciplina artística.
Aunque ya debutó en el cine con nueve años, Carrà se diplomó en Interpretación en 1960. En los años siguientes, se dedicó a actuar en programas de la televisión italiana, seriales varios y alguna que otra revista musical, y hasta acabó compartiendo créditos con estrellas consagradas como Marcello Mastroianni o Frank Sinatra —que le tiró los tejos sin demasiado éxito—.
La italiana, que en 1970 comenzó a presentar en la RAI el programa Canzonissima, tardó poco en empezar a sufrir en sus propias carnes la censura pacata. De hecho, la televisión italiana censuró durante un tiempo su ombligo al aire, por petición del Vaticano —que consideraba su presencia escénica «demasiado provocadora»—.
Cuando Carrà aterrizó en la gris España de 1975, lo hizo dispuesta a llenarla de color con sus alegres y pegadizas canciones sobre la liberación sexual —hasta 25 álbumes de estudio llegó a lanzar—. No es un secreto que acabó conquistando a los telespectadores españoles con su carismática personalidad, y su espontánea y cercana forma de presentar programas como ¡Hola Raffaella! (1992-1994) o A las 8 con Raffaella (1993-1994).
En Italia, por su parte, se hizo realmente de oro a mediados de los ochenta gracias al espacio de la RAI Pronto… Raffaella?, que reunió a catorce millones de espectadores cada mediodía durante los dos años que se mantuvo en antena —fue en este programa donde Carrà entrevistó a la madre Teresa de Calcuta, ataviada con una camisa de transparencias e incrustaciones de cristales de Swarovski, en un encuentro de lo más icónico—.
Tampoco es un secreto que la italiana ha sido siempre todo un icono de la libertad. Un periodista italiano llegó a ironizar en su día que su tema Caliente, caliente había hecho más por la causa de la liberación sexual femenina que todas aquellas mujeres que en los años setenta quemaban sus sujetadores. Auténtica musa gay, Carrà reivindicó el amor homosexual en su canción Lucas (1978), y en 2017 acudió a la embajada de Italia en España para recibir el premio World Pride. «El camino hacia la igualdad no está todavía completado», señalaría al recoger aquel galardón.
Mujer de izquierdas, la italiana nunca tuvo problema en reconocer públicamente que, durante años, había votado al Partido Comunista. «Teóricamente, debería estar del lado de los ricos, de todos los afortunados a los que nada les importa los demás. Ésa es la derecha. Pero no. Siempre he creído que es fundamental pagar los impuestos y me alegro de pagarlos», confesaría en una entrevista concedida al diario El Mundo el pasado año.
Que la tierra te sea leve, Raffaella.