La adolescencia que nos robaron: críticas de las series «Heartstopper» e «In My Skin»
Un sentir general de la comunidad LGTBIQ se resume en que nos robaron la adolescencia, esa etapa de autodescubrimiento, fiestas y amoríos que la mayoría pasamos en el armario, a menudo incapaces incluso de hacer amistades de verdad. Las dos series que recomiendo hoy, ambas independientes y británicas, sirven, de alguna manera, para vivir lo inevitablemente perdido.
Heartstopper (2022-), la revolución de Netflix del momento, fue creada y escrita por Alice Oseman a partir de su exitosa saga homónima de novelas gráficas, publicada por primera vez en Tumblr y Tapas en 2016 y editada en papel en 2018 (el quinto y último volumen está previsto para 2023). Dirigida con ritmo y ternura por el experimentado Euros Lyn, la serie gira en torno al romance entre dos chicos (Kit Connor, que fue Elton John de adolescente en Rocketman [2019], y el debutante Joe Locke), pero es también brillante en su representación del lesbianismo, la bisexualidad y la identidad trans y por tanto un material educativo impagable, además de muy entretenida. Yasmin Finney, William Gao, Corinna Brown y Kizzy Edgell completan el encantador reparto juvenil, pero ojo a las breves apariciones de la gran Olivia Colman. Innegablemente edulcorada, Heartstopper no pretende ser realista, sino saldar cuentas pendientes y servir de refugio a la comunidad LGTBIQ; y lo consigue, vaya si lo consigue.
Escrita por Kayleigh Llewellyn y dirigida por Lucy Forbes y Molly Manners, In My Skin (2018-2021) es todo lo contrario en lo que al tono respecta. Gabrielle Creevy encarna brillantemente a una adolescente con muchos problemas y la serie retrata, con dramatismo social e ingeniosos toques de humor negro, su relación con una madre bipolar (Jo Hartley), un padre alcohólico (Rhodri Meilir), un amigo que se niega a achantarse por ser gay pese a la homofobia imperante (James Wilbraham), una amiga enemiga de las normas (Poppy Lee Friar) y varias chicas que le harán replantearse primero su sexualidad y luego lo que quiere hacer en la vida. Aunque los abusones abundan tanto en casa como en el colegio, la serie no se deja arrastrar por la negatividad y, a su modo, genera una atmósfera acogedora donde las relaciones humanas lo son todo. Siempre, eso sí, desde un naturalismo doloroso a la par que sanador. Puede verse en Filmin.
Heartstopper e In My Skin son series muy diferentes, pero coinciden en su retrato cálido, sincero y normalizado de la identidad LGTBIQ, que las vuelve valiosísimas para nuestra comunidad pero ideales también para cualquier otro público. Por el momento, son la excepción a la norma, pero esperemos que eso cambie muy pronto. En cualquier caso, cabe celebrar que las nuevas generaciones tengan series así, por agridulce que suponga saber que las anteriores las necesitaban mucho más.