Festival de Eurovisión 2022: vence Ucrania en plena guerra, pero España brilla como nunca con Chanel
Tal y como auguraban las quinielas, Ucrania se ha alzado como vencedora de la 66ª edición del Festival de la Canción de Eurovisión. El terrible contexto político fomentaba la solidaridad y encima el «Stefania» de Kalush Orchestra era magnético y personal. ¿Hablamos realmente de la mejor propuesta? Debatible. ¿Habría ganado en otras circunstancias? Quién sabe, pero sigue siendo una gran vencedora. También, por cierto, el tercer oro de un país que participó por primera vez hace tan solo diecisiete años.
El británico Sam Ryder consiguió con la excelente «Space Man» la medalla de plata, el mejor resultado del Reino Unido desde 1998 (Imaani, «Where Are You?»). Pero vayamos a lo que nos interesa: Chanel, nuestra Chanel, brilló con luz propia y fue, sin lugar a dudas, la estrella del evento. Quedó tercera, pero ganó. Y es que solo ella podría convertir un tema tan intrascendente como «SloMo» en uno de los mayores espectáculos de toda la historia de Eurovisión. Bueno, ella, el cuerpo de baile (Josh Huerta, Ria Pérez, Raquel Caurin, Exon Arcos y Pol Soto) y por supuesto el coreógrafo, Kyle Hanagami. Tanto la artista como la actuación pasarán a la historia del festival, siguiendo los pasos de la arrebatadora Eleni Foureira, que en 2018 quedó segunda con «Fuego».
El resultado de Chanel es el mejor de España desde el merecidísimo segundo puesto conseguido por Anabel Conde en 1995 con «Vuelve conmigo». Y sus 459 puntos, los máximos obtenidos por nuestro país en la historia del certamen, superan, ojo al dato, los 453 que suman nuestros diez últimos representantes juntos (Lucía Pérez, 50 puntos; Pastora Soler, 97 puntos; El Sueño de Morfeo, 8 puntos; Ruth Lorenzo, 74 puntos; Edurne, 15 puntos; Barei, 77 puntos; Manel Navarro, 5 puntos; Amaia y Alfred, 61 puntos; Miki, 60 puntos, y Blas Cantó, 6 puntos). En resumen, que Europa no nos tiene manía: cuando las cosas se hacen bien, salen bien. A pesar de la controversia que irónicamente despertó en su día la elección de Chanel, el Benidorm Fest fue un éxito y debe ser el camino a seguir.
Por lo demás, la sueca Cornelia Jakobs cumplió, con «Hold Me Closer», los pronósticos y completó el top 4, pero los italianos Mahmood & BLANCO por desgracia no defendieron bien su precioso «Brividi», perjudicados probablemente por el griterío de un público que ahogó su intimidad, y cedieron la quinta plaza a la serbia Konstrakta, que con «In Corpore Sano», lanzó un peculiar alegato por la sanidad. El variopinto top 10 se completa con dos divertimentos juerguistas aupados por el público, Moldavia (Zdob și Zdub & Frații Advahov, «Trenulețul») y Noruega (Subwoolfer, «Give That Wolf A Banana»), y dos preciosas baladas apoyadas por el jurado, Portugal (Maro, «Saudade, Saudade») y Grecia (Amanda Georgiadi Tenfjord, «Die together»).
Quien insiste en que en Eurovisión todo es política simplifica enormemente la situación. Mientras Europa bailaba, los ucranianos luchaban por sus vidas. Era evidente que el voto popular se haría eco de ello, pero quizá Ucrania habría ganado de todos modos: su propuesta era sencillamente una de las más originales de la noche y lo tenía todo para convencer a buena parte de los votantes. En cualquier caso, hablamos de una situación excepcional: el certamen lleva ya 66 ediciones y ha habido ganadores de todo tipo, rara vez ligados a la actualidad política en absoluto, aunque siempre ligados a algo que, por el motivo que fuera, invitaba a la gente a votar por ellos. Eurovisión es político, claro, porque todo lo es. Como dejó bien claro Laura Pausini en todo momento, ante todo, somos humanos, y los humanos somos políticos por naturaleza.